El viejo maestro Aeneas y Sofronio, su discípulo más joven, se sentaron al calor de una hoguera mientras vigilaban el ganado. Al intentar colocar un leño sobre la pira el chico dio un salto hacia atrás dolorido. - ¡Ais! Me he quemado- Se quejó sacudiéndose la mano en el aire-.
- Es normal que te quemes, pequeño, no hace tanto frío como para que te fuera la vida en alimentar esta fogata ¿cierto? - Dijo el anciano-.
- No conozco a nadie que no le queme el fuego- Inquirió petulante Sofronio-.
Acto seguido el maestro extendió su mano y la introdujo en la llama lentamente mientras su piel se oscurecía y su vello se carbonizaba.
El aprendiz le apartó de un empujón: - ¿Pero qué pretende, maestro?
Aeneas metió el puño en el cubo de leche de oveja para calmar la quemadura y, con total tranquilidad, le preguntó: - ¿Por qué estarías dispuesto a abrasarte un brazo?
- Por mi vida maestro y… por la suya- Respondió-.
- ¿Sólo cuando la vida esté en peligro? - Aeneas alzó la voz- Dime, chico, decirle a esa panadera que la quieres cortejar… ¿Pone en peligro tu vida?
- No, maestro, pero es otra forma de peligro- Dijo sonrojándose- Tengo miedo a que me duela el corazón con su rechazo.
- Tú eras el que querías llegar a ser el maestro de la Academia y, sin embargo, te callas cuando tienes muchas cosas que decir - Apostilló-.
- Por miedo a no estar a la altura, maestro -Le miró a los ojos -. Sangraría mi costado si usted ridiculizara mis opiniones.
- Mi querido Sofronio, el corazón sólo duele de cobardía por lo que no se hizo - Aconsejó el maestro al aprendiz-. Mira mi mano herida, el dolor que siento es indescriptible- Dijo mostrándole sus uñas que habían ardido como astillas-. Pues esto es fácil de aguantar- Continuó el viejo maestro Aeneas mientras con la otra mano despegaba el pellejo levantado-, para mí estas llamas son caricias de plumas en comparación a la tortura que perciben mis sentidos cada día al recordar, en cada nota del canto de un grillo, aquello que no hice creyendo que estaba evitando un dolor semejante a quemarse vivo - Aneas cerró los ojos solemne -. Y eso es precisamente lo que he provocado.
Piensa sobre este relato que he escrito para ti:
El miedo al dolor del corazón -el dolor psicológico (el orgullo herido, la decepción, el ridículo, la vergüenza…)- es diferente del dolor físico. El dolor físico se percibe toda la vida. Sin embargo, el dolor del corazón se circunscribe sólo a determinados momentos, se sobrevalora, siempre se sobrevalora, y cuando nos damos cuenta de este error ya es demasiado tarde para volver, valientes, al pasado.
¡Un abrazo!
José Ángel Caperán
Psicólogo y coach en Gijón
Twitter @Jcaperan
1 comentario
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08/02/2013 14:11Dar el paso, es ser valientes. Aconsejo probar un día, cuando ves que obtienes un buen resultado , siendo valiente y enfrentándote a tus miedos aprovechando las pocas oportunidades que te brinda la vida, vuelves a probar ese acto de decisión y valentía.