Conozco a auténticos forofos de la serie de FOX Walking Dead y, a base de hablar de ella, me he planteado analogías entre la serie y la convivencia con quienes nos rodean:

1. 
   1. Un zombie es adicto a la pena y siempre se sentirá más fuerte cuanto más débil es su compañero.
2. 2. El zombie sólo es capaz de amar a zombies más deprimidos qué él mismo.
3. 
   3. El objetivo de un zombie es convertir a todo el mundo en zombies porque así nadie le puede recordar que está muerto. Un infeliz necesita hacer a los demás infelices, incluso más infelices todavía que él mismo, para que no se noten rasgos de desdicha en ninguna parte de su ser.

Te voy a contar la historia de Bernabé, un niño de 10 años que desde que su madre lo diera en adopción a los pocos meses de nacer siempre había vivido en un orfanato a la espera de unos padres adoptivos. Berni, como lo llamaban sus cuidadoras, era un ángel, seguramente el ser más positivo y risueño que podía haber sobre la faz de la Tierra. Nunca lloraba por nada salvo cuando se reía a carcajadas, creía que su mundo era la porción de universo más hermosa y, como no conocía otra cosa y no podía comparar,  se creía el niño más feliz del mundo por tener tantas madres y tantos hermanos. María, la psicóloga, decía que Bernabé era un ser humano en estado puro, inocente, fuerte, positivo, generoso y valiente  –Este niño va a conseguir todo lo que se proponga en la vida.  –Todos somos así al nacer –Decía Carla, una de las educadoras aficionada a los comics –Lástima que luego los zombies nos contaminen y nos conviertan en adultos.

Berni fue adoptado el día de su décimo cumpleaños por un matrimonio de una ciudad cercana. El hombre era una persona que veía siempre todo negro, un ser quejoso y depresivo, un agujero negro para todo su alrededor. La mujer, en otro tiempo enérgica y dinámica, había renunciado a crear su propio negocio (una buena idea que luego triunfó sin ella) porque los miedos y las dudas que le había infundido su pareja habían terminado por vencerla, además había descuidado la relación con el resto del mundo volcándose en despertar el ánimo de su compañero (una misión que era como nadar en arenas movedizas). En el momento de la adopción pocas diferencias había entre el marido y la mujer. El zombie había convertido en otro zombie a su esposa y así, un par de muertos vivientes buscaban un tercero para convencerse de que no estaban solos en un mundo de humanos.

Así el matrimonio de la tristeza contagiosa acogió en su vida al luminoso Berni. Confundiendo el amor con el miedo a la pérdida y la protección del peligro con la evitación generalizada, el niño comenzó a dudar, a temblar, a quedarse parado y a decir No Puedo. Pronto la luz que había mostrado en el hospicio desde bebé se fue apagando y dejó de ser un ángel que se hubiera comido el mundo, para convertirse en humano y de humano en un zombie.

Ayer, siete años después, Carla se encontró con un chico por la calle que le pareció Bernabé. Éste cruzó un instante la mirada con su antigua cuidadora, una mirada tímida y acomplejada, hizo un ademán de saludo insuficiente con la barbilla y siguió su camino. Carla supo en aquel instante que el pequeño Berni, finalmente, se había hecho mayor.

Respóndete a estas preguntas:

¿Cuánto de niño queda en ti y cuánto de zombie eres hoy?

Una persona de éxito… ¿Tiene más de niño o de zombie?

¿Estás siendo consumido por un zombie (por la negatividad de tu pareja, de tu familia, etc)?

Si mantener la capacidad de ilusión, la imaginación, la valentía y la energía de un niño es ingenuidad ¿Es realismo comportarse como un muerto viviente?

Un abrazo chic@s!

Caperán

jacaperan@gmail.com