- Su cuerpo es la Acrópolis de Atenas. Es una bellísima ruina polvorienta con espontáneas esquinas intactas que, cogidas por separado, cualquiera diría que no ha pasado el tiempo. Sus ojos tan azules que pasaría por ciega. Y, entre una maraña de pliegues ondulados como dunas, su boca, larga y pintada con un pincel de un pelo, emerge como una biga que sustenta un techo de cera blandecida.
-Sí que es bella, lo es- añadió Pablo Benavides, el celador que se había atrevido a decirle a aquel anciano con pinta de erudito que su mujer debió de ser estrella de cine en sus años jóvenes.
- No sólo es bella, es la más bella-dijo sin mirarlo mientras le estiraba los dedos sobre la sábana-. ¿Cómo te llamas, joven?
- Me llamo Pablo- respondió tan intimidado como en los tiempo en que un viejo profesor de historia al que admiraba le preguntó cuál era el sentido de su vida.
- Pues Pablo, te recomiendo que cuando mi esposa despierte no le hables. Te enamorará desde la primera palabra, desde el primer consejo y desde la primera experiencia vital que te narre. Pero no lo digo por decir, no lo digo por esta forma literaria que tengo de hablar, lo digo en serio: te enamorará hasta vivir de amor por ella, y no te importará la edad de la ruina griega que es su cuerpo. Convertirá tu vida en una novela y tu mente en un narrador.
- La debe querer mucho usted ¿verdad?
- Creo que no alcanza a valorar la gravedad de esto que le digo, Pablo. Esta mujer puede calentar la sangre de las salamandras. No le hable, se lo aconsejo. Se está muriendo, si se enamora de ella sufrirá tanto como yo. Y no necesitará mucho tiempo para amarla. ¿Tiene usted falta de amor? ¿De valentía, quizá?
- Más de valentía que de amor, señor- sonrió mientras metía la ropa sucia en un bolsón.
- Ella no conoce lo que es el miedo. Su interior de mármol, hilo de oro y maderas nobles, está ahora mellado, fundido y carbonizado. Pero incluso la piedra rota, el oro desaparecido y las cenizas son todos cadáveres bellos, porque cada día entra el sol entre las grietas de la postguerra y todo se ilumina con su eterno resplandor; el orden, la limpieza y el equilibrio son lo de menos.
- Es una pena-dijo el celador.
- Nada de eso, joven. La pena es convertirnos en una pieza de museo intacta, que nos tomen por baratas réplicas de escayola del David. Bellos pero baratos. Relucientes pero falsos. Sentimientos sin estrenar, todavía con el lazo puesto. Avaros y ahorradores de lágrimas que, por evitar llorar, ni abren los ojos. Con corazones sanos, fuertes, pero aún sin sangrar.
- Me imagino que tenemos demasiado miedo a sufrir- dijo.
- Lo bueno de la vida está envuelto de espinas para que sólo seres como Amparo, mi esposa, logre la mejor parte, ese secreto que sólo los valientes alcanzan. Aunque para ello tenga que arriesgar la obra de arte de su cuerpo y su pensamiento.
Respóndeme: ¿Hay alguna faceta de tu personalidad que no has explorado? ¿Qué te lo impide? ¿Te arrepentirás cuando seas viejo de haberte rendido a tus miedos?
Espero que os haya gustado y os haya animado a reflexionar y respondáis.
¡Un abrazo!
José Ángel Caperán
Psicólogo y coach en Gijón. Nº Col. O-01888
C/Magnus Blikstad nº21 entresuelo D. Gijón.
Cita previa: 984 052 925
4 comentarios
# Marian Responder
16/03/2015 18:28La vida NO debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar con buena salud y con un cuerpo atractivo y bien cuidado, sino más bien deslizarse en ella, con chocolate en una mano, vino en la otra, el cuerpo hecho polvo, totalmente desgastado y gritando...... Joder que paseo!!!!!!!! (Mafalda)
# José Ángel Caperán Responder
20/03/2015 19:50Muchas gracias Marian!!! No podemos ser conservadores en las experiencias emocionales.
# atenea Responder
29/03/2015 04:28Cada uno viaja como le da su talento. Hay quien disfruta del viaje aunque no sea piloto, aunque no gane un sueldo grande y no sufra carencias, salvo las mentales, como el piloto suicida y asesino que estos días es noticia. La vida es un viaje en una sucesión de acontecimientos. Cada paisaje emocional nos puede hacer sentir plenos, ilusionados, satisfechos, disfrutando de cada curva, de cada acelerón, de cada parada. Yo también quiero llegar al final con el cuerpo hecho polvo y desgastado de tanto usarlo, como el amor en la canción de Rocío.
# Quevedo Responder
13/04/2015 23:11Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra, .... polvo serán, mas polvo enamorado.