Como ya os expliqué en un artículo anterior, la higiene de nuestros antepasados era muy básica. No existían cremas, suavizantes, o bálsamos.

El lavado de la ropa se realizaba cada quince días, primero en el río, para quitar “lo gordo” y después en la cocina para colarla. Se tendía alrededor de la casa al sol, cuidando  que las prendas no se manchasen con la piedras.

Para el lavado se utilizaba jabón hecho en casa, fabricado a base de productos naturales. Nuestras abuelas no conocían la reacción química de la saponificación, pero sabían hacer el jabón con los ojos cerrados.

Hoy en día podemos encontrar estos jabones en mercados tradicionales y tiendas especializadas, ya que vuelven a estar de moda al ser productos más sanos para la piel y el cabello.

Conozco una receta para fabricar jabón que se hacía en casa, por si quereis  probar, no es difícil de hacer, ¡animaros!.

En un caldero de porcelana se pone grasa de cerdo cortada en trocitos. Se le añade sosa, agua hirviendo y se revuelve con un cucharón de madera, siempre en el mismo sentido para que no se corte.

Cuando se espesa, se echa en un recipiente de cristal o plástico y se deja enfriar. Ya frío se corta en porciones.

La proporción es tanto de grasa líquida  como de agua, si no disponemos  de grasa, `podemos utilizar aceite.

Para darle aroma al jabón también se le puede añadir  a la mezcla cualquier hierba aromática.