A la hora de establecer  un matrimonio, la joven podía ser consultada sobre el asunto, pero primaba el interés familiar ya que éste aseguraba la continuidad biológica y económica.

La familia buscaba con la boda la mejor oportunidad. No  era conveniente pretender demasiado, buscar un novio o novia mucho más que aquel, podía ser mal visto. Tampoco era aconsejable arriesgarse a un rechazo así que la petición de mano se realizaba cuando había posibilidades reales.

Antaño era costumbre negociar el matrimonio, llamándose  a este acto “composoriu o  conciertu”.

 Podía haber discrepancias en la dote,  así que se solía recurrir al “embusteru” una especie de intermediario que hacía posible el entendimiento entre las dos familias. Después del acuerdo, se realizaba una comida para celebrarlo. 

También se hacía un escrito, carta dotal, o capitulaciones matrimoniales, donde se establecían las condiciones para la definitiva aceptación del enlace. La dote era muy importante, consistiendo en  tierras, ganado y dinero. Las capitulaciones  también podían hacer referencia al ajuar de la novia consistente en  ropa, joyas y muebles.

Los novios se compraban los dones. El mozo le regalaba la saya y las arracadas (pendientes que solo portaban en Asturias las mujeres casadas). Ella le regalaba  las camisas, a veces,  con las iniciales  bordadas por ella misma.

Los mozos solían ir a las tejeras, o a la siega a Castilla,  para ahorrar el dinero para los presentes y demás necesidades de la boda

Cuando la familia de la novia daba el visto bueno, se fijaba la fecha de la boda y se encargaban las amonestaciones al cura. Se leían en 3 domingos sucesivos y no podían acudir los novios porque podían nacer los hijos con taras.

Días antes de la boda la novia y la madrina llevaban el “rebodo” por las casas, que consistía en llevar una bolsa con pan y tabaco, y servía para anunciar el próximo  enlace.

Un día desaconsejable para casarse era el martes:

En martes

ni te cases ni te embarques

ni cambies los trastes

Las novias podían quitarse la suerte si se casaban el mismo día y en la misma iglesia.

En el día de la boda, el novio debía vestirse en casa, aún viviendo lejos.

El  Llevaba la capa, la novia iba de negro, luciendo una capelina.

Las amigas de la novia iban a buscarla a casa y la acompañaban a la iglesia cantando coplas acompañándose de panderetas o panderos

Adiós casa de mis padres

ventanas y corredores

yo me despido de ustedes

que me voy con mis amores

La entrada en el templo lo hacían la novia y la madrina delante con las mujeres, detrás, el novio con el padrino y el resto de los invitados.

En algunos lugares era tradición realizar el “prendimientu”.Que consistía en que el cura , prendía la mantilla de la novia al hombro del novio.

A la salida de la iglesia se les echaba a los novios trigo, que posee propiedades generativas, y  que ha sido sustituido  en la actualidad por el arroz.

Al salir de la iglesia había que cuidar que a nadie se le ocurriese cerrar la puerta del todo, ya que eso quitaría la esperanza de casarse a las mozas solteras asistentes. En cambio, dejarla abierta era para ellas un buen augurio,  porque significaba boda próxima.

Después de la ceremonia, se hacía el banquete en casa de la novia y era costeado por el padrino. Al atardecer la novia recogía su ajuar y, montada a caballo, se iba con el novio a casa de éste donde se producía la segunda pitanza.

Cuando un viudo se casaba con una moza, o ella también lo era, los jóvenes del pueblo les armaban  la “cencerrada”, “turga” o “pandorga” que consistía en darles la noche de bodas a los recién casados tocando cencerros, gruñendo y gritando debajo de su ventana. Esta costumbre era una reacción de los mozos contra el uso anómalo de la boda y del matrimonio, ya que éste no tenía la finalidad para lo que estaba estipulado.