El día después del último debate del estado de la nación de Zapatero leo con cierta sorpresa algo así como un titular: “Estupor en las funerarias por el cambio de la norma sobre los cadáveres”. Un tema excesivamente proclive a bromas es, a su vez, tendente al yuyu, al tabú.
Para los supersticiosos lagarto, lagarto y para los vivos, irremediable. La muerte, que tantos poemas ha inspirado, se alarga en vida cinco días. Ir al tanatorio será a partir de ahora como por el humo se sabe donde está fuego.
La exhumación, en la misma ley rectificada, también alarga su fecha de caducidad, nunca mejor dicho. No leo, sin embargo, los motivos esenciales de la decisión, que al parecer tiene poco que ver con la conservación o la salubridad… La crisis, esa señora tan célebre, ha llegado hasta el punto final y el negocio que nunca desaparecerá tiembla como la extremaunción. Saldrá un miércoles de estos en la sesión de control del Gobierno que, como siempre, ha decidido que mañana llueve.
Los dos temas más recurrentes, a larga distancia del 15-M, son ahora mismo por orden cronológico para los adivinos el 12 de julio asturiano y el potencial adelanto de las elecciones generales. Hasta el momento la pista más contundente la dio, también en el estado de la nación, Durán i Lleida: “Señor presidente, no cuente con nuestros votos para aprobar el presupuesto”. Uno de los presuntos socios se da de baja, muy probablemente pensando en ellos mismos, y poco después de recibir nueve hospitales, que algo darán de sí.
La perversión del voto tiene estas cosas y, como cabía de esperar, Llamazares reiteró una cantinela tan vieja como cierta: “Represento a la tercera fuerza política de España y, señorías, hablo en sexto lugar”. Comenta un analista certero, y buen amigo, que para contrastar el pulso vital suele darse una vuelta por Intereconomía con lo que recupera con oscura nostalgia los tiempos ha.
Los extremeños (no es broma), como los pies de la extremaunción, se tocan. El tremendo canal reclama la desaparición de las autonomías, y no pide cárcel para determinados militantes legalizados hace 35 años de milagro. Esto también causa estupor, pero menos, debido sobre todo a que la gente se va acostumbrando por inercia.
La libertad ha perdido contenido conceptual y, presos del sistema, nos dedicamos a variar la norma sobre los cadáveres para no debatir el cambio constitucional. Era previsible que acabaríamos hablando del sistema, aunque sólo sea por su debilidad. Ya ni nos dejan descansar en paz.
En cuanto al 12 de julio, y caminando por la misma senda del egoísmo y la oportunidad, es un breve qué largo me lo fiais. El tiempo que da para romper varias veces la negociación.
No es muy difícil aventurar que el próximo presidente del Principado jamás contará (o de momento) con gente del PP en su gabinete, que la rara gobernabilidad se hará a golpe de acuerdos esporádicos, con lo que se legislará muy poco. Tampoco es difícil resistirse a la tentación de pensar que el candidato de FAC esté realmente volcado en acercar ambos eventos (12 de julio y adelanto electoral) para izar la bandera de Asturias en el foro nacional. De acuerdo con el ‘covadonguismo’, que diría Lorenzo Cordero, la filosofía del acuerdo puntual parece una novedad, un arma política que hay que cultivar como la más democrática, la más legal, la que mejor traduce el deseo de los votantes. En realidad no deja de ser algo que teníamos olvidado por razones evidentes: hasta ahora el único pacto que conocíamos en Asturias, en el parlamento, era el denominado de izquierdas y, si me apuran, hasta la única ruptura de los tiempos que vivimos (un enfado de IU hizo presidente a Sergio Marqués). Aunque esté muy comentado no viene mal insistir en que el mapa político que ha dejado el 22-M en la comunidad es tan intenso como interesante.
La gestión de la crisis y la reaparición de Cascos prevé, ojalá, un escenario para buenos profesionales de la política, lejos de la molicie y las sospechas habituales. Si como es deseable la legislatura dura cuatro años a más de uno se le verá el plumero por activa y más bien por pasiva.
La rectificación de la norma sobre los cadáveres, aunque posterior al ‘estado de la ración’ (mal que le pese a Intereconomía), es una gran metáfora de los tiempos que llegan.
Cinco días de duelo dan para bastante, y por mucho que hablen en el estrado no sube el pan en este imperio de las rebajas.