El cierre de La Voz de Asturias me provoca las sensaciones que pueden derivarse de una convivencia de 25 años, la mitad de mi vida actual, con el papel, sus nombres y muchos de sus rostros. El fin de un periódico es sin embargo algo notoriamente más relevante que la lógica sentimental de cada uno, aunque sea inevitable sentir una sacudida íntima de un calibre importante. Y todo este saco de tristezas se multiplica en el paso al análisis objetivo de la existencia quebrada de un diario con 89 años recién cumplidos, y en progresión geométrica si su historia está estrechamente ligada a la de una sociedad concreta, mucho más rica y más apasionada que cualquier otra se mida política, cultural o sociológicamente. Aunque alguien no de este mundo pueda creer que la muerte de un diario entra en el ámbito de las circunstancias actuales, de esta paupérrima coyuntura económica, nadie debe llamarse a engaño: afirmar que la desaparición de un periódico es algo más que la desaparición de una empresa es correcto, no es hacer gremialismo gratuito. Cuando sostengo que ha desaparecido una cabecera libertaria de las pocas que han sido en el periodismo español no lo pienso en términos absolutos, pero tampoco excesivamente relativos. Hay, qué duda cabe, prensa de derechas y prensa de izquierdas, más acorde con los tiempos digamos que prensa conservadora y prensa progresista. La Voz ha pertenecido a esta última desde su origen burgués e ilustrado hasta sus últimos números, pasando por el franquismo y el posfranquismo con el mismo ideario editorial, esa extrañeza actual que reside en defender los intereses comunes desde una tribuna libre en el emisor para hacer más libre la transición hasta el lector. Cuando pensamos que un periódico tiene el poder de mediatizar la opinión pública o la capacidad de influir en las decisiones de terceros no exageramos, es cierto hasta el punto que cada uno quiera y decida desde su responsabilidad. Saber equilibrar estas armas en un sentido honesto y profesional no es sencillo. Creo que La Voz siempre lo ha hecho de este modo y con la naturalidad que le otorgaron su propia esencia y su historia. Su condición libertaria. Es triste que su desaparición amenace claramente el equilibrio de la libertad de elegir, algo que desgraciadamente desearon en los últimos años los francotiradores habituales, dueños de nada, usurpadores de casi todo. Porque en esta película, como en casi todas, hay malos. En el terreno profesional, La Voz ha sido en las últimas décadas la gran cantera del periodismo asturiano y en muchos casos, por extensión y talento, del español. Por esto su desaparición trasciende la sede de La Lila, donde ultiman tan buenos amigos, tan buenos periodistas, tan buenos profesionales. Con más razón que en otros muchos zarpazos deleznables, hay que escribir que nada será lo mismo sin La Voz.
4 comentarios
# ramon muñiz Responder
24/04/2012 14:34Me jode por los lectores, por los hermanos que luchaban a brazo partido desde dentro, por la pluralidad.... pero también, ay, qué putada terminar hoy Periodismo (en cualquier provincia) y no tener un sitio como La Voz para nacer. Nada será la mismo, no..
# Ana del Puente Responder
24/04/2012 15:42Probablemente la putada sea no tener un sitio como La Voz para morir
# r mera Responder
24/04/2012 19:17Y tampoco será lo mismo retirarte en Cangas del Narcea viendo volar unas páginas en las que has dejado casi cuarenta ilusionantes años y cientos de amigos
# miguelaris Responder
26/04/2012 11:53upa