Escribe uno de los sabios de la tribu que aún no hay nadie (se entiende que excepto él) que se atreva a decir que una de las causas con más alto porcentaje de la crisis se deriva de que miramos más al internet que a la siembra de la patata. Es tan cierto como irremediable que las hojas del calendario, o la espuma de los días, tienen más que ver con un teclado y un disco duro que con una nube o un tormo de arena muerta. El macromundo de las redes sociales tiene una reflexión tan inabarcable como el mar en la concha del niño de San Agustín. El globo que parece no tan sonda del ministro del Interior con la cantinela de que el célebre “pásalo” puede ser susceptible de paños mayores (cárcel y esas cosas) reabre si cabe aún más el análisis de esta vida paralela que ofertan el twiter, el facebook y demás familiares cibernéticos de mano. Aunque la Real Academia de la Lengua aún no haya anunciado nada al respecto, se presupone que andarán dándole vueltas al peligro que tiene este submarino móvil, un artilugio con alma cuyo mayor defecto es que está en manos de todos. Dicen algunos que la verdadera democracia, ultraconcepto éste que si se twitea apenas te deja caracteres para decir algo más. Lo que debería de servir para felicitar, quejarse o mandar a hacer de encargo se ha convertido en el paraíso del relato más cercano a lo invisible. Si el hiperbreve Monterroso hubiese conocido la Red actual probablemente no hubiera vendido tanto, pero sería un poco más célebre. No está claro que la admonición del habitual sospechoso acerca de llamadas a la protesta contra lo que sea, fundamentalmente contra las medidas gubernamentales, tenga que llevar aparejada sangre en la calle o ladrillos contra los sucursales de los bancos. El caso, sin darle más importancia, es que como mínimo parece una medida preventiva. En estos tiempos en que miramos con la nuca cuando sacamos dinero del cajero, tratar de frenar la revuelta con decretos disuasorios da un poco de risa. Hay un twit reciente que dice que determinadas realidades son como las películas gore: quieren dar miedo y al final dan asco. El uso, la emisión, la recepción, el minuto de gloria del anónimo, la confirmación del famoso, el ingenio y la reivindicación… Este séptimo continente que la modernidad nos pone en la bandeja de la tentación es poderoso. Tan poderoso que ya empezamos a ponerle puertas en los consejos de ministros. No está mal, es más que recomendable, darse una vuelta por la huerta, a la patata o al tomate. Al descanso del hombre bueno. Pero no olvidemos que el campesino apenas cabe en un mensaje de ciento y pico caracteres. Como decía el inolvidable Cándido, hay que escribir lo más cerca del punto final
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