En tiempos de épica se suele recurrir a la búsqueda de héroes absurdos, fundamentalmente para delegar responsabilidades o para desahogarse. El paisaje político que está completando el pintor de la crisis ha sacado a la luz rostros nuevos con mensajes de antaño, al tiempo que inmortaliza de una vez por todas a los rostros de siempre con discursos cada vez más ininteligibles. El hecho de que las mismas personas estén a las duras y a las maduras podría dar pie a pensar que la confianza está depositada en gente de valía, profesionales de la cosa pública que saben bregar en la penuria con el mismo entusiasmo con el que disfrutaban en la bonanza. Tristemente, las teorías del mundo de la lógica se autodestruyen en cinco segundos. El último héroe del cómic patrio es el señor Guindos, embajador de nuestras miserias en Bruselas, o allí donde quiera que se reúna el comité de sabios del euro y el mercado. El ministro, con los nuevos y se presupone que aplastantes presupuestos del Estado bajo el brazo, ha declarado que España va a dejar de ser un problema para la Unión Europea. ¿Qué ocurre, que nos vamos? Los éxitos por exclusión tienen la cáscara de la perversión: nunca sabes si el fruto es dulce o amargo. En el momento que algo o alguien deja de ser un problema en estos tiempos, póngase a temblar. En la misma línea retórica marcada por el catecismo neocom, los dirigentes populares esgrimieron en la última campaña electoral la cantinela de que Asturias tenía que votar PP si no quería quedarse descolgada de España. Reiterado por mandatarios nacionales y candidatos regionales, este ‘intraeslogan’ electoral también daba pie a frivolizar con una utópica independencia: si no se vota PP, te descuelgas de España. De cualquier modo, parece que de esta tampoco nos libramos, y que seguiremos colgados a España, si no es por la vía de la pugna doméstico-autonómica, sí por la de la realidad de estar sometidos al dictamen de Europa y sus mercados, a los que irremediablemente pertenecemos. Es decir, se mire por donde se mire, estamos colgados de toda la trama y expuestos a todos los virus de la pandemia.
Cuesta creer que la irrupción de los héroes absurdos en este tejido sociolaboral tan malherido haga otra cosa que crispar y encabronar a todo el mundo. Y cuesta creer que nuestras rutinas y nuestro maltrecho presente estén pendientes de la opinión del comisario Rehn o del presidente del Eurogrupo. También para un importante sector social, como evidentemente para el gobierno de Rajoy (el de aquí no se sabe), el 29-M ha sido un éxito, es decir, un fracaso de los convocantes. Sólo pensar que la jornada de huelga no merezca un análisis más serio y más rotundo pone los pelos de punta.
FOTO: Trabajo en Tahuantinsuyu
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