On off

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Hay quien pueda pensar que uno de los sucesos más despiadados de las semanas recientes haya sido el pisotón de Pepe a Messi en el último de los denominados clásicos del fútbol español, pero no es así. Fuera de la órbita de la exageración deportiva que nos acogota, son mucho más preocupantes los susurros de De Guindos al comisario europeo de Asuntos Económicos, recado a la oreja en el que le anticipaba, un día antes de aprobarse, que la reforma laboral iba a ser “extremadamente agresiva en la lucha contra el paro”, algo que suavizó rotundamente ante la prensa. El pisotón y los susurros tienen un elemento en común: ambos han sido vistos y oídos por el público, en los dos casos telespectadores, sin que los protagonistas sospechasen que había alguien más mirando o escuchando. Esta suerte de gran hermano democratizado por la tecnología audiovisual que provoca que los futbolistas se lleven las manos a la boca para no ser captados por un lector de labios, o que los miembros de un gobierno piensen con supuesta inocencia que cuando viajan al extranjero nadie les escucha fuera de micrófono, ha ido modelando una realidad paralela que resulta mucha más cruda que la que los protagonistas parecen desear. Conocíamos los exabruptos no buscados en la modalidad del micrófono está abierto pero no te enteras (los de Trillo y Aznar son quizás los más célebres), pero el valor de la exclusividad y la escasa pericia de los nuevos gobernantes están ofreciendo una imagen bastante lamentable acerca de la honestidad en tiempos difíciles. Un discurso escondido, otro para los titulares habituales.

 

FOTO: (GFDL, cc-by-sa-2.0). David Benbennick.Wikipedia

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