Buenos tiempos para el tren. Algunos de los principales aeropuertos españoles se han asemejado en los últimos días a un gran plató cinematográfico en la toma de la caída de Saigón. La quiebra de Spanair ha resucitado, una vez más, la eterna reivindicación del consumidor español: ¿Por qué no se hacen mejor las cosas? Las críticas son de una pertinencia que asusta. No nos estamos refiriendo a un retraso, a un amago de motín o a la incoherencia del sindicato de pilotos. Más de 80.000 personas llevándose las manos a la cabeza por las terminales de los aeropuertos y una nómina escalofriante de trabajadores en el umbral que da a la jungla son datos de una envergadura más que importante. La algarada ocasionada por la mala noticia quedará en un olvido reflejo dentro de pocas fechas, las llamadas a la prudencia, al cumplimiento de las leyes, a la actualización de la normativa nos llevan a un hecho que termina en el corazón de la perplejidad: las compañías deberían de tener un plan de emergencia para casos de quiebra inminente, dicen los expertos, es decir, los sospechosos habituales. Ahí es nada. El célebre axioma de que el avión vuela por el miedo de los pasajeros se ha transformado, en esta modernidad, en el de que el avión vuela por la indignación de los pasajeros.
FOTO: Vuelo de los hermanos Wright.
1 comentario
# Paco Responder
02/02/2012 19:54Quien pierde en este caso es el ciudadano, no ya el cliente, porque será él quien pague con sus impuestos la irresponsabilidad de los políticos, que han subvencionado con dinero público lo que puede hacer la competencia privada sin gasto para el contribuy