El “ya lo dije yo” ha sido, desde siempre, uno de los deportes más practicados en nuestro país.
El minuto de gloria que Juan Español busca con ansiedad para cubrir su cuota vital de vanidad nos lleva frecuentemente a vericuetos comunes, rayanos todos con la tozudez, el cansancio mental, la paciencia desmedida y la mediocridad. Es esta gente a la que vulgarmente llamamos pelmazos. La práctica del “ya lo dije yo” conduce a un diccionario paralelo, a una jerga rica en eufemismos y símiles también harto pelmazos. En este saco de trivialidades, frases hechas y fanfarronería presupuesta constatamos recursos muy populares: el asunto que antes se veía en la arena, ahora se ve desde la barrera, y a toro pasado todos somos Manolete. En torno a este triste armazón pululan derivadas y declinaciones varias, a cada cual menos original. Es el caso de tener las claves, conocer el detonante, desviar la atención, ocultar los parámetros… Y así hasta degenerar en la especificación del tránsito, la coyuntura y los mercados, estos últimos convertidos ya en la madre de todas las conversaciones incomprensibles. Estos analistas son contemporáneos de aquellos que vaticinaron la caída del Muro dos años después de producirse, la muerte del Papa en el cabo de año y la victoria en el Mundial al día siguiente. Son conscientes de su anacronismo, pero tienen argumentos muy sólidos para poder asegurar que lo supieron antes que nadie. Ahora están a la espera de que acabe la crisis para predecirlo. A ver si les da tiempo.
Ilustración: Nostradamus. Retrato de Michel de Nôtre-Dame, pintado por su hijo Cesar de Nôtre-Dame alrededor de 1614