A partir de mañana todo parecerá distinto, pero será lo mismo. No es nada nuevo: la joven revuelta que recorre el Mediterráneo y las calles de Nueva York está provocada por problemas muy viejos. Quizás pueda decirse que las plazas y los parques han relevado a las fábricas como foro de presunta revolución, seguramente porque las naves industriales están construidas, desde hace muchos años, con el material del miedo y a menudo gobernadas por comités de empresa afines a la nómina. Los mensajes del tipo “el crecimiento se frena, aumenta el déficit” se van agrupando en el diccionario de los eufemismos de la miseria y otras prestaciones inexistentes. En el fondo, que en realidad es la superficie, se trata de lo de casi siempre: despido libre, aumento de jornada, recorte de salario... Pérdida universal de empleo. Un vicepresidente de la patronal de las patronales españolas, en un alarde de imaginación y riesgo, propone la recuperación de la figura del aprendiz. Algo así como contratos sin cotizaciones con un sueldo inferior al salario mínimo. La propuesta (pescadilla que se muerde la cola) se inspira en el modelo alemán que combina estudios con prácticas remuneradas. En Inglaterra hay voces que piden que los jóvenes en paro trabajen gratis bajo la amenaza de retirarles la ayuda por desempleo. Y en España, el previsible relevo político coincide con el poco probable relevo generacional en el tejido sociolaboral. Aquéllos llaman vagos a éstos, que muy pronto serán catalogados como inadaptados. Árbol va.
Ilustración: Niños trabajando en una fábrica de botellas en Indiana, Estados Unidos. Medianoche en la fábrica de vidrio. Fotografía de Lewis Hine, 1908.