Dice uno de los expertos que Rajoy salió al empate y Rubalcaba, vivo. La verdad es que el debate defraudó sólo a los iluminados. ¿Quién pensaba con anterioridad que iba a ocurrir algo que no fuese lo que sucedió? En estos tiempos de zozobra y poca pandereta casi todas las cosas de la vida son altamente previsibles, porcentualmente muy dadas al pronóstico. El resultado fue la certeza de la carrerilla que han tomado los candidatos en los últimos meses. El socialista lanzó preguntas pero no como cuchillos, y el popular respondió con balas de fogueo. En definitiva, la victoria de Rajoy nace más de las encuestas y de las circunstancias globales (la crisis) que de su participación en el cara a cara. Y la dulce derrota de Rubalcaba es consecuencia de su propia peripecia (la crisis, de nuevo). Visto el debate, es una pena que no haya segunda parte. Sin duda, y también muy previsible, sería más concreta, con más descalificaciones y mucho menos didáctica. Como se esperaba, en el único enfrentamiento no hubo sangre. Los días de incertidumbre dan para pocos experimentos. Los dos candidatos querían terminar antes de empezar.
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