En un principio podía parecer una tomadura de pelo. Pero no, está contrastado. Los expertos de la Agencia Estatal de Meteorología, conocida también como Aemet, ya pueden dormir tranquilos. Han adelantado el trabajo de un siglo al pronosticar el clima del año 2100. No sabemos si ya no harán falta más expertos en la Aemet o si este último trabajo es revisable. Jaime Gil de Biedma escribió en uno de sus maravillosos biopics que “el Gobierno, reunido en consejo de ministros, ha decidido que mañana llueve”. El poeta era, sin duda, bastante más honesto que los científicos, aprendices de Nostradamus que nos anuncian un tiempo que jamás conoceremos. Concluyen que Asturias será caribeña, así que muy probablemente el Caribe se convertirá en un bosque yermo, resquebrajado, con un par de cactus y tres buitres planeando sobre los mojitos de un hotel de quince estrellas. Da igual, al paso que vamos tampoco habrá aviones intercontinentales. El resultado del sesudo documento no tiene desperdicio: las temperaturas máximas subirán siete grados de media, cuatro en invierno, lo que significa que la nieve estará extinguida, como las gabardinas, los abrigos y los osos. No hará falta hibernar. Habrá 100 días más de calor, pero menos vacaciones. Cincuenta noches cálidas más, pero con toque de queda. Diez días lluviosos menos, luego pocos cantautores. Las hojas no se caerán en otoño y las margaritas se secarán en diciembre. Las olas de calor harán insoportables las mañanas de domingo, y los reyes irán a Mallorca en noviembre. Comeremos (comerán) frutos secos y se beberán el hielo de la Antártida. No se fíen del pronóstico para esta tarde.