Hay una serie de asturianos que no hacen más que dar satisfacciones y sin embargo no aburren. Está escrito pero no debe de molestar la reiteración: el poeta Fernando Beltrán es un miembro destacado de este club impagable. La sensibilidad y la delicadeza están en sus libros, la bonhomía en su presencia y la calidad en cada minuto que promueve. Agradecido a su tierra y a sus recuerdos como nadie, Beltrán ha hecho del Aula de las Metáforas un lugar en el mundo de la recreación, el buen gusto y la cultura con mayúsculas. De su generosidad no cabe hablar más, no se vaya a molestar.
En este océano no precisamente pacífico, la otra mañana Fernando Beltrán se alió con el poeta escocés Niall Binns para interpretar una deliciosa sesión poética acerca de Cohen el del premio. Pasaré de halagar la velada pero sí diré que Binns es el hombre que se comió al Orson Welles de ‘La guerra de los mundos’ para placer de los escuchas, y también haré referencia a la impecable puesta en escena absolutamente beltraniana. Entre los dos se marcaron un baile de palabras y gestos ante dos centenares de universitarios, silenciosos quizás. Una parte del escenario para cada uno, trazada la línea por una botella de whisky de la isla de Islay. La rima infinita. Conocer a Cohen a través de estos intérpretes que jugaban con la letra, el poema y la música, que cerraron con el Lorca coheniano, con el Cohen lorquiano fue una auténtica delicia. Aunque lo realmente hermoso de este recital efímero, para la ocasión, fue el ambiente ya olvidado de la avidez del estudiante atento, pletórico, encantado de reconocerse en el autor y los actores. Un ambiente que reconcilia al espectador con el placer de los momentos.
FOTO: La tablilla sobre el diluvio de la epopeya de Gilgamesh, escrita en acadio.