La naturaleza de las decisiones suele estar en el análisis previo, la presunción de no maldad y la consecución satisfactoria. A veces hasta da frutos. Este recorte infernal (el que asoma en Asturias) que tanto hacía falta lo que en realidad está haciendo es mucho daño y, efectivamente, no gratuito, porque está claro que a partir de este momento nada es gratis, aunque lo siga siendo por la cara. Es extraña esta situación de excelsa incertidumbre que compite con precedentes tan lejanos que ni siquiera recordamos. La teoría neoliberal, la neocom, los efectos del 2.0, la modernidad bien entendida y el buen vino entran desde este minuto en el mismo saco, un saco de oro incomprensible que viene de oriente. Asturias está cambiando el escaparate, ya no es sólo un eslogan: hay que cambiar de productores para renovar existencias. Hay quien dice, no seré yo, que estamos muy mal acostumbrados, y que tenemos lo que nos merecemos. Pienso, al contrario, que no nos merecemos esta tibieza y este tanto posarse en las flores a ver salir la luna. Antes, por lo menos, la mujer del César hasta lo aparentaba. Ahora no hace falta al parecer, tal es el grado de desfachatez, que llamaríamos desprecio si no tuviésemos el miedo en vena. Los pensamientos vienen pesimistas porque hace mucho calor en esta habitación norteña con vistas a Londres. El Consejo de Ministros asegura que nuestros hijos, por primera vez en muchas generaciones, vivirán peor que sus padres. Afortunadamente esto no conviene para las campañas electorales y, realmente, nunca alcanzará la categoría de decreto ley. Aunque sea cierto.
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