Tal como instaba el señor Margallo en la presentación de la Marca España que hizo nuestro gobierno en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas, estaría muy bien poder superar el cliché de “la España de charanga y pandereta” a que hacía referencia Antonio Machado en su poema “El mañana efímero”.
Lo que sucede es que, para poder conseguirlo, se necesita la colaboración necesaria de unos gobernantes que se empeñan día tras día en echar por tierra las consecuciones del siglo que media desde que el gran poeta andaluz describiera la España de la época.
Produce rubor escuchar las “erróneas” explicaciones dadas por el señor Montoro sobre la venta de inmuebles atribuidas a la Infanta Cristina en un episodio más propio de esa España machadiana que de un país moderno del siglo XXI. Pero son ya tantos los episodios sonrojantes de este nefasto plantel que, más que retrotraernos un siglo, podríamos, sin pecar de exagerados, equipararnos a esa España medieval en la que los señores feudales, sin pizca de respeto por los siervos de la gleba, hacían y deshacían a su antojo. ¿O no es así como viene actuando este gobierno prepotente?
¿Desmesuradamente pesimista resulta cavilar sobre la posibilidad de que en este deteriorado país puedan volver a existir los esclavos? Quizás lo sea más imaginarlo en la sociedad europea que se nos vende como la más evolucionada, la alemana, en la que sin embargo, ya se están dando episodios de esclavismo, como los de cientos de trabajadores provenientes de Europa del este, con unas condiciones laborales y de habitabilidad premedievales. O las míseras condiciones laborales de miles de cuidadoras de personas dependientes, principalmente polacas.
El primer paso ya se ha dado, el globo sonda ya se ha lanzado: ¿por qué no se va a poder trabajar por menos de 500 euros si hay personas dispuestas a hacerlo? Lo siguiente, hacinar a los trabajadores en centros de albergue masificados en el campo, vigilados y rodeados por alambre de espino.
¿Exabrupto? ¿Impensable en la “España de vida por encima de nuestras posibilidades”? En Alemania ya está sucediendo y lo está poniendo en práctica la empresa Wiesenhof, una de las mayores productoras de carnes, de la región de Bremen, que también ofreció trabajo en esas mismas condiciones a un grupo de enfermeros españoles.
Y si sucede en la ejemplar Alemania, ¿por qué no habría de suceder en la “España de cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María”? Aquí tenemos menos cultura democrática y ahora “mandan” los herederos del que nunca debió haber estado, “amantes de sagradas tradiciones y de sagradas formas y maneras” y, lo que es peor, ávidos por poseer, cuanto más mejor, aunque eso suponga despreciar y quedarse a toda costa con lo del prójimo. La España más formada no se merece estos dirigentes.
Resultará o no teatral, pero cuando el reportero, que simulaba ir a visitar a un conocido para intentar entrar en uno de esos hacinados centros de albergues alemanes rodeados de alambre de espino, preguntó “¿por qué no puedo entrar, no son personas libres las que ahí viven, no pagan un alquiler?”, le respondieron, “porque el propietario no quiere”. Todo, en la ejemplar Alemania.
Imagen: ilustración satírica de Pawel Kuczynski