Algo falla cuando enciendes el televisor y te encuentras de frente a un pobre desgraciado solicitando el pago del salario social porque no tiene ni para comer y, en un programa anterior, a un “pijín” de estos a los que la suerte les ha venido acompañando desde que llegaron a este mundo, sin merecerla, defendiendo que, “si hay personas dispuestas a trabajar por 500 euros, porque no habríamos de dejarles hacerlo”.
En este último programa, se celebraba un cara a cara entre un periodista y el ex consejero de Economía de la Comunidad Autónoma de Madrid, el señor Percival Manglano, y el segundo le reprochaba al primero que él también cobraba por dar clases de periodismo, a lo que contestó el periodista que “menos de mil euros al mes”. Y, “¿Usted cuánto cobraba cuando ocupaba la consejería? Cien mil al año”.
Esto es una auténtica desvergüenza: un tipejo que ha estado percibiendo más de cien mil euros por hacer política, reprocha al periodista “menos de mileurista” y, además, nos afea porque no defendamos que se pueda trabajar por 500 euros, si uno quiere hacerlo.
Y lo peor es que están consiguiendo que nos entreguemos. Está la cosa tan terriblemente fea que el cometido de abaratar el empleo y de convertirlo en un régimen de semiesclavitud está calando. Dos ejemplos, de los muchos que se producen a diario:
- Joven abogada con experiencia laboral de dos años en bufete, actualmente en paro, acude a una entrevista de trabajo a un prestigioso despacho de leguleyos. Podría encajar. Condiciones: dos años sin cobrar un euro y el recibo de autónomos por cuenta de la empleada.
- Joven arquitecto al que un prestigioso colega, de esos que en época de bonanza tenía 21 empleados en el estudio, le ha percibido espabilado y conocedor de los últimos programas en unos de esos cursos que se celebran en el colegio profesional. Acaba de entrar en el estudio un proyecto de 100 viviendas y como ha despedido a todos sus colaboradores, el joven arquitecto es la persona adecuada para, por la exorbitante cantidad de 500 euros al mes, sacar adelante, él solito, el proyecto.
Ahora, echen las cuentas de lo que, por el trabajo de la una y del otro, van a percibir sus empleadores.
¿Y si quieren trabajar en esas condiciones, porque habríamos de tener nosotros que interferir?, vendría a ser el argumento del señor Manglano y de sus secuaces. Y si ha de ser así, ¿por qué no son Usted y todos los que como Usted nos exigen estas condiciones salariales y laborales, los que hagan política por el mismo sueldo que nos ofrecen a nosotros?
Desvergüenza, indecencia, impudicia…, pero, pasa el tiempo y las cosas no cambian. Esos políticos y esos empresarios que exigen moderación salarial y austeridad para los demás pero mantienen intactos sus privilegios, aunque a la vista de los ciudadanos su prestigio esté por los suelos. ¿Eso a ellos qué les importa?
Díganselo a ese presidente de la patronal asturiana que exigía moderación salarial y que, pillado en un impago a la hacienda pública, ha vuelto a ser proclamado. Y repróchenselo a quienes le volvieron a elegir, empresarios todos ellos. O a esos cargos políticos que perciben cantidades insultantes como complemento a sus “exiguos” salarios.
Mientras tanto, del otro lado, nombrando amigos. Así nos va. Pero no podemos entregarnos.
Imagen: ilustración satírica de Pawel Kuczynski