Si no fuera por la gravedad de las conductas y por la relevancia de los personajes, los últimos acontecimientos serían para desternillarse.

No nos vienen a contar el señor Floriano y la señora Cospedal que Bárcenas hace mucho tiempo que ya no es empleado del PP, que había sido despedido y que se había llegado a un acuerdo de indemnización que incluía el pago de sus costes sociales… No nos sale el fenómeno de González Pons a decirnos, ahora, nueve años después y estando el caso sentenciado, que Al Qaeda no estaba detrás de los atentados del 11 M, porque Kathry Bigelow, en “La noche más oscura”, no incluye entre los atentados islamistas el de marzo de 2004…

No nos aparece el señor Bárcenas refiriendo que su gran fortuna se debe a su agudeza empresarial inmobiliaria y como marchante de obras de arte… No se nos presenta la ingenua Mato como adalid del feminismo ultrajado porque se le increpa que no se enterara de lo que sucedía en su régimen económico matrimonial de gananciales…

No se pone de puntillas el señor Montoro para que podamos verle en el estrado parlamentario vacilarnos, porque por lo poco viajados que estamos no hemos podido apreciar la mundializada corrupción… No relata el empresario de origen asturiano Montes que el pago de parte del todoterreno del señor Sepúlveda fue un préstamo a un buen amigo…

Si no fuera porque la cosa es muy seria, tendríamos para el guión de una tronchante película.

Lo que desvelan los medios es que Bárcenas estuvo en nómina del PP hasta hace cuatro días. Que los tribunales resolvieron que los atentados del 11 M fueron realizados por terroristas islamistas, por más que destacados dirigentes del PP hayan estado alimentando durante años la idea de que los socialistas ocultaron datos para que no se conociera que las muertes fueron obra del terrorismo de ETA.

Que “peinetas Bárcenas” otorgó el día 14 del último diciembre acta ante notario con una contabilidad que coincide con los papeles secretos en los que se reflejaban los pagos trimestrales o semestrales a los secretarios generales del PP desde 1990 a 2008. Que esos papeles delatan que los que más habrían recibido serían el señor Rajoy (322.231 euros) y el señor Cascos (321.391 euros), mientras ambos han declarado no haber cobrado esas cantidades. Que el señor Sepúlveda contrató a dedo a la esposa del empresario prestamista para trabajar en el Ayuntamiento de Pozuelo.

La policía no se cree la versión del “amante del esquí y de la caza en exóticos países Bárcenas” de que su fortuna suiza proviene de negocios inmobiliarios y de venta de obras de arte. Ni yo tampoco. Ni seguramente Ustedes. Ni Montoro, que para eso le diseñó una amnistía fiscal. A ese y a otros muchos que, a buen seguro, pisan las iglesias más que nosotros y se golpean el pecho ante el rojerío que vestido de Armani reclama derechos de desgraciados a los que esta cuadrilla de sinvergüenzas están abocando a la más extrema de las pobrezas. A quién se le ocurre. Desde cuando un rojo puede comprar en boutiques. Los rojos tienen que ser pobres. Solo faltaría.

¡Que no están nada viajados!

Imagen: ilustración satírica de Pawel Kuczynski