La cita, “en la catástrofe del Prestige solo hay un culpable: el barco”, atribuida al genial Groucho Marx, formaría parte del ingenioso repertorio de frases míticas que este artista dejó para la posteridad, pero ni Groucho fue su autor, ni el ocurrente eslogan nació del talento de un cómico. La memorable locución fue realizada en el año 2002 por Ana Botella, que hoy es Alcaldesa de Madrid.

Inolvidable también fue el alegato de 2004 sobre el matrimonio homosexual, refiriéndose a las dos manzanas y a la manzana y la pera, que finalizaba con “hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres y dos mujeres serían otra cosa distinta”.

Seguramente, tanto la Alcaldesa, como el Ministro de Justicia, como el presidente del Foro de la Familia, como el presidente de HazteOir, como los tertulianos de las TVs conservadoras, como los obispos…, amigos todos de introducirse en la vida de los demás, seguirán pensando lo mismo, pero a efectos legales, el Tribunal Constitucional ha concluido que tan matrimonio es el formado por un hombre y una mujer como el formado por dos hombres o por dos mujeres. Y las Sentencias hay que acatarlas o eso es lo que pensamos la mayoría de los españoles, los mismos que, pese a lo declarado por el señor Benigno Blanco en este tema, hoy nos sentimos muy a gusto con nuestra Constitución, por más que estos retrógrados, que llenan con niños las manifestaciones contra el aborto y a favor de la “familia tradicional”, y se cuestionan que los estudiantes menores de edad puedan manifestarse, piensen que en 1978 se votó una Constitución que solo contemplaba “el matrimonio como una institución específica entre el hombre y la mujer”.

Pero ya hay quien ha solicitado al Gobierno que, amparado en su mayoría, derogue la Ley del Matrimonio Homosexual modificando el Código Civil, de forma similar a cuando el señor Wert, tras las sentencias del Tribunal Supremo en torno a los colegios que segregan por sexos, declaró que está dispuesto a cambiar la ley de enseñanza si es necesario para que puedan seguir recibiendo subvenciones públicas.

Modificar la legislación en vez de acatar las sentencias, rechazar cualquier enmienda parlamentaria y legislar a golpe de real decreto, es lo que la mayoría gubernamental, que no representa a la generalidad de los españoles, entiende por democracia, cuando, hundido el país en una recesión sin precedentes, cada vez son más los ciudadanos que se manifiestan a favor de una política más participativa.

Aunque, por otro lado, y en una realidad paralela, se produzcan anacronismos como el publicado en prensa, de que el Príncipe Alberto II de Mónaco ya forma parte de la Nobleza del Principado de Asturias. Si bien, nuestros nobles han manifestado que lo que quieren es contribuir al desarrollo de la región, no pretendiendo ser una institución meramente decorativa en pleno Siglo XXI.

Los siervos de la gleba apreciarían que Vuesas Eminencias, como forma de contribución regional, pusieran a circular su “din” para crear empleo, porque, de otra forma, en cita atribuida al genial Quevedo, “don sin din, cojones en latín”.

Imagen: ilustración satírica de Pawel Kuczynski