Hay que reconocer que esto de la economía es muy complicado. Excesivamente complicado. No hay nada más que recordar cómo expertísimos economistas no fueron capaces de vaticinar la que se no venía encima, hasta que se nos vino. Y de qué manera.
Complicado porque cuesta asimilar que las medidas de la troika con Grecia, exportables a España en un plazo mucho más breve que el de un año que profetiza Rajoy para el arraigo del superávit, sirvan para mejorar el déficit público.
Ahora se pide a los griegos que trabajen más horas al día, que lo hagan también los sábados (seis días a la semana) y que se empleen con ahínco por menor sueldo.
Así, importado el modelo a España, si un empresario hoy tiene cuarenta empleados, va a poder producir lo mismo con treinta y dos, que además van a cobrar salarios más bajos. Va a haber ocho cotizantes menos a la Seguridad Social, ocho perceptores más del subsidio de desempleo y ocho familias menos a consumir.
En el otro lado, va a haber un empresario que va a ver como se incrementan sus beneficios exponencialmente. El lado bueno es que con esos beneficios, puede ocurrir que ese empresario emprenda una nueva aventura inversora con la que crear empleo, a seis días a la semana, a más de ocho horas diarias y a sueldo de tercer mundo. También puede ocurrir que recoja la cosecha y deposite el fruto en algún paraíso fiscal.
Por si acaso, en Arcelor ya se han apresurado a adoptar la medida, no sea que el superávit pronosticado no llegue en 2013.
Y el Estado, ¿qué saca de esto? Porque, ¿el déficit es público o es privado? Vaya lío.
Imagen: ilustración satírica de Pawel Kuczynski