El remodelado barrio de intramuros, rebosa de edificios y lugares históricos.
Con el nombre de San Cristóbal de la Habana se fundó la sexta villa por los españoles en Cuba en 1514, que en 1592 pasó a ser ciudad de y a ostentar la capitalidad de la nación por decisión del rey Felipe II, cuyo germen primigenio y el que se hallaba en el interior amurallado constituye en la actualidad el barrio de la Habana Vieja.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, en él se mezclan con armonía cuatro siglos con una gran diversidad arquitectónica y un diseño urbanístico repleto de recuerdos de su historia como nación heterogénea.
En el conviven un mosaico de sólidas fortalezas, históricas y ajardinadas plazas con edificaciones desvencijados con otros reformados transmitiendo la esencia histórica y cosmopolita que la hacen única.
Abarcando una superficie de poco más de cinco kilómetros cuadrados, con el frontal en la bahía, y aún perviven restos de las murallas que protegieron el recinto militar defensivo, acoge el mayor número de monumentos de la ciudad. En la que las fortalezas defensivas y sus estrechas calles cobijan plazas adoquinadas, mansiones coloniales e iglesias, hacen de él uno de los centros urbanos coloniales más completos de América.
En la plaza de Armas comenzó su historia la ciudad con una misa a la sombra de una ceiba. Que se recuerda en el edificio de estilo neoclásico griego del Templete, que se conservan tres grandes cuadros representativos de la primera misa, el primer cabildo y una escenificación del acto de inauguración y bendición del lugar.
Delante, donde se encontraba la primera ceiba, luce desde 1758 el monumento “Columna Cagigal” que lleva el nombre del gobernador de la isla y virrey de la Nueva España, Francisco Cagigal de la Vega que ordeno su construcción.
Junto a él se encuentra el antiguo palacio de los condes de Santovenia, de finales del siglo XVIII, reconvertido en 1867 en el hotel de Santa Isabel, funciones que aún cumple.
En su extremo norte se levanta el castillo de la Real Fuerza, el primer amurallamiento que España levantó en el nuevo continente. Construido en 1540 y destruido en 1555 por el pirata francés Jacques de Sores, el actual data de 1577, alberga el museo de la fortificación y de la navegación, conserva intactos el pozo y el puente levadizo de madera, bóvedas y cañones, al igual que uno de los símbolos capitalinos -al ser el más antiguo- la estatua en bronce de la Giraldilla que corona la torre campanario del baluarte noroeste.
El centro de la ajardinada plaza, estuvo presidida por la estatua del rey español Fernando VII entre 1834 y 1955, que fue sustituida por el considerado uno de los padres de la patria, Carlos Manuel de Céspedes, héroe de la primera guerra de independencia y primer presidente de la República.
En el lado oeste, se encuentra el palacio de estilo barroco con reminiscencias renacentistas de los Capitanes Generales, catalogado como el más importante en la historia del país. Construido en 1776, este Monumento Nacional, con sus lujosos salones de los espejos, del trono y el dorado, alberga uno de los mejores museos habaneros, el de la Ciudad, que incluye la biblioteca municipal, la oficina del historiador de la ciudad y una exposición con llamativos elementos coloniales.
En su lateral norte, dando continuidad al castillo, con las esculturas del rey Carlos III y del gobernador Juan de Vitrian y Viamonte entre ambos, se encuentra el majestuoso palacio del Segundo Cabo. También del siglo XVIII, construido inicialmente como cuartel general del vicegobernador, el general Segundo Cabo, que le dio nombre, acoge el Instituto cubano del libro.
En la otra esquina, la de las calles Obispo y Oficios se encuentra el museo nacional de Historia, cuyo contenido conforman diversas exposiciones permanentes trasladadas desde el Capitolio Nacional.
En la plazuela de Santo Domingo se encuentra uno de los edificios más históricos no sólo de la ciudad sino también del país, que desde 1728 hasta 1902 fue sede de la primera Universidad en Cuba. Fundada por la orden dominica de los Predicadores bajo el nombre de Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de la Habana, en 1842 con el embargo de bienes religiosos se secularizo con el nombre de Real y Literaria Universidad de la Habana. Y que en 1902 por sus condiciones estructurales que no permitía su crecimiento, se trasladó a la colina de Aróstegui, en el cercano barrio del Vedado, sede que mantiene en la actualidad.
El remodelado edificio alberga el colegio universitario de San Gerónimo y la Academia Cubana de la Lengua. En cuya fachada lucen cuatro de las múltiples esculturas que convierten el barrio en un auténtico museo al aire libre. Son las de los insignes literatos mundiales: Luis Vaz de Camoes, Miguel de Cervantes, Willian Shakespeare y Dante Alighieri.
La última de las cuatro plazas en las que se vertebró La Habana en su creación, fue la inicial Ciénaga y desde 1788 de la Catedral, aglutinadora de la mayor expresión del barroco cubano, siendo todos sus edificaciones del siglo XVIII. Y en la que es habitual encontrar santeras y santeros, que predicen el futuro a través de sus cartas ataviados con sus hábitos y fumándose un puro
La preside la Catedral, que remonta su origen a 1748 y que en 1788 adquirió su rango cuando La Habana se convirtió en diócesis, la segunda de Cuba. De estilo barroco de la corriente toscana por sus dos torres achatadas de inspiración cubana, tiene forma de rectángulo y tres naves prácticamente cuadradas que albergan ocho capillas laterales divididas por gruesos pilares. En la central estuvo el monumento funerario con los restos de Cristóbal Colón, traídos de Santo Domingo en 1795 y que allí permanecieron hasta la independencia de España en 1898, en el que fueron trasladados a la Catedral de Sevilla.
Enfrente el edificio más antiguo de la plaza, mansión rehabilitada en 1720 por el entonces gobernador de Cuba, Luis Bayón y Chacón, sede desde 1969 del museo de Arte Colonial.
En la esquina sudeste de la plaza, luce el palacio del marqués de Arcos. Construido en 1741, fue la residencia familiar, luego sede de la Real Casa de Correos, de la que queda como muestra un llamativo buzón, del Liceo artístico y literario y en la actualidad acoge el Taller experimental de grabados.
Emplazado en el lado oeste, el palacio de los marqueses de Aguas Claras. Construido en 1775, considerada la construcción más sofisticada de la plaza. Fue sede del banco Industrial antes de la Revolución, posteriormente café París y actualmente restaurante El Patio.
Pegado a él se encuentra la antigua casa de Baños, actual tienda de arte, construida a finales del siglo XIX sobre una cisterna de 1587, en cuya esquina se encuentra la pequeña fuente del callejón del Chorro.
El conjunto barroco se completa con el palacio de Lombillo. Edificada en 1741, actualmente es la sede de la oficina del Historiador de la Habana Vieja. Luciendo en sus soportales la estilizada escultura del coreógrafo y bailarín flamenco español Antonio Gades.
De la plaza parte la calle Empedrado, donde a escasos 200 metros se ubica la mítica “Bodeguilla del medio”, fundada como tienda de víveres en 1942, emblemático y visitado bar convertido en auténtico referente del autóctono cóctel cubano Mojito.
La plaza comercial urbana, primero Vieja y después de Cristo, y la comercial de ultramar de San Francisco de Asís, son las otras plazas en cuyo entorno creció la urbe. La primera eminentemente residencial, y la segunda con la iglesia y convento del que toma el nombre, levantados en 1739 sobre una pretérita de 1579.
Cerca de ellas se encuentra la escultura del Papa Juan Pablo II, que conmemora la primera y única visita de un Papa a la isla, realizada en enero de 1998.
Transitar por la peatonal la calle o bulevar Obispo cargada de vida, es hacerlo por el corazón comercial habanero. En él conviven establecimientos míticos con otros nuevos sin ningún tipo de valor, edificaciones coloniales y postcoloniales casi sin fachada vista con otras perfectamente rehabilitadas.
En su inicio se encuentra la barbería donde ejerció Juan Gómez, primer maestro barbero y cirujano llegado desde España en 1552. Y unos metros más adelante el hotel Ambos Mundos, base del escritor americano amante de la ciudad Ernest Hemingway durante 10 años, cuya habitación se puede visionar. Las farmacias Johnson y Taquechel con sus decoradas estanterías y frascos de porcelana. O los museos de Educación y de Pintura rural.
Y como no, esculturas como la dedicada a Sancho Panza, el fiel escudero de Don Quijote de la Mancha en la inmortal obra de Miguel de Cervantes, que luce en un pequeño parque entre las calles Aguacate y Compostela desde 1989.
El bulevar desemboca en la pretérita plazuela de Monserrate y actual Albear. Homenaje de la ciudad a uno de sus hijos ilustres, el ingeniero Francisco de Albear y Fernández de Lara, que diseño el acueducto de traída de aguas a la ciudad y el primigenio diseño del Malecón. Presidida por la escultura monumental erigida en 1926 en la conmemoración del centenar de su nacimiento, recuerdo constante de su legado.
Situada a la vera de las puertas de la pretérita muralla tiene otro ícono habanero, el bicentenario bar restaurante Floridita. Difícil imaginar que la primigenia bodega y esquina se convertirían un siglo después en leyenda de la historia de la coctelería no solo de Cuba, sino del resto de la orbe.
Fundado como bar en 1817 como “La Piña de Plata”, en 1898 toma el de “La Florida” y en 1910 el que perdura hasta nuestros días. La coctelería le ha caracterizado a lo largo de su historia, alcanzando fama internacional a través de su cliente habitual el premio Nobel Ernest Heminqway, cuya estatua luce en una de sus esquinas, que pregono las bondades del Daiquiri allí elaborado.
Un pequeño paseo, donde se ubican el museo de Bellas Artes y el moderno hotel Gran Manzana Kempinski, conecta la plazuela Albear con el Parque Central, nexo de unión de Habana Vieja y Centro Habana,
Alrededor del rectangular parque construido en 1877, se encuentran el mencionado hotel y otros como Inglaterra, Telégrafo, Parque Central o Plaza, referentes del sector. Estando presidido desde 1905 por el monumento y escultura de José Martí, el apóstol de la independencia, la primera de las muchas que luego de él se levantaron por toda la isla, y que sustituyo a la de la reina española Isabel II que lucía en el pedestal hasta 1899.
En su entorno lucen altivos esplendorosos edificios testigos de la historia de la capital. Enfrente, en el paseo del Prado, el actual gran teatro Alicia Alonso y otrora teatro Tacón y posteriormente Centro Gallego. Llamativa construcción neobarroca de 1914, cargada de decoración con balcones, cornisas, ventanas, torres y sus cuatro grupos escultóricos alegóricos, que lo convierten en una de las más icónicas y llamativas de la urbe.
Pegado a él el hotel Inglaterra, el más antiguo del país fundado en 1844, aunque el actual data de 1875 con modificaciones posteriores, de construcción neoclásica.
Fuera de la plaza, a continuación del Gran Teatro, brilla uno de los íconos de La Habana, el Capitolio Nacional. Inaugurado en 1928, el majestuoso edificio diseñado en línea del Capitolio de Washington, supera a este en un metro tanto de alto como de ancho. Y por su volumetría es considerado el tercero en importancia por su construcción monolítica en el mundo y único de esas características construido en el siglo XX,
Edificación que ocupa un área total de 43.418 metros cuadrados, en el que destaca sobremanera su impresionante cúpula con una altura de 92 metros y un diámetro de 32 metros, considerada la quinta más alta del mundo. Y la imponente escultura de “La República”, realizada en bronce, hueca, considerada la tercera más grande del mundo bajo techo.
El paseo del Prado, la primera calle asfaltada de Cuba, pretérita alameda de Extramuros cuando se construyó en 1772, confluye en la Punta, donde se inicia el Malecón. En cuyo tramo se encuentra la espectacular huella arquitectónica que ha dejado la comunidad de inmigrantes asturianos, la más numerosa de la amplia colonia española que arribó a Cuba en busca de fortuna, el prodigioso Centro Asturiano de la Habana. Entidad fundada en 1886 y pionera en el mundo de la inmigración en crearse para la ayuda mutua y asistencia a la comunidad de compatriota, construyendo escuelas por todo el país y la quinta Covadonga, actual hospital Salvador Allende.
La espectacular edificación fue diseñada por Manuel del Busto e inaugurada en 1927, en sustitución del anterior incendiada en 1918. De estilo ecléctico, sobresalió tanto por sus novedosas técnicas de construcción como por los materiales y elementos decorativos utilizados. Con el triunfo republicano fue incautado, siendo sede primero de la “Asociación de amistad cubano española”, luego el centro de educación palacio de Pioneros, del Tribunal Supremo y finalmente museo nacional de Bellas Artes.
En la confluencia con la calzada de Monte, se encuentra la “Fuente de la India”, que representa a la india Habana esposa del cacique Habaguanex, jefe de los aborígenes que poblaron la región.
El paseo concluye o se inicia en la Punta, remodelado en 1929, momento en el que se colocaron los simbólicos ocho leones sobre sus pedestales, realizados con el bronce fundido de parte de los ya innecesarios cañones coloniales españoles.
En su explanada se encuentran los monumentos a los “Estudiantes de medicina” fusilados injustamente en 1871. Y al poete Juan Clemente Zenea, también fusilado ese mismo año, obra de su hija Piedad.
Entre 1589 y 1610 se construyeron los castillos de los Tres Reyes sobre el peñón de entrada a la bahía por el otro lado, y el de San Salvador de la Punta, con el objetivo de que el fuego cruzado de ambas hiciera imposible la entrada a puerto de embarcaciones enemigas. Incluso desde 1629 y durante años ambos estaban enlazadas por una cadena de hierro que se tensaba por las noches impidiendo entradas y salidas del puerto.
De forma trapezoidal, cuenta con una plaza de armas como centro y baluartes en cada esquina, su interior alberga un museo con exposiciones sobre la historia de la marinería y artillería, y de él parte el emblemático Malecón, considerado el alma de los habaneros.
Muro y paseo marítimo con una extensión de ocho kilómetros entre esa fortaleza y la del castillo de la Chorrera, a la vera de la desembocadura del río Almendares, en el barrio de Miramar. Su diseño original fue realizado por Francisco de Albear en 1874, sufriendo muchas modificaciones y comenzando a construirse en 1901 y no concluyendo sus obras hasta 57 después.
Del otro lado extremo, partía la “muralla del mar”, una de las dos levantas entre 1671 y 1740 que protegían la urbe y la zona de la bahía hasta el castillo de la Real Fuerza. El inicio del amplio espacio urbanístico se encuentra el “túnel de la Bahía”, que comunica sus dos extremos la Habana Vieja con la del Este, espectacular obra de ingeniería de 733 metros de longitud y una profundidad entre 12 y 14 metros realizada en 1958.
En la rotonda de su entrada y salida se encuentra otro de los grandes monumentos escultóricos, el del general Máximo Gómez que lucho por la independencia cubana a finales del siglo XVIII.
En su tramo hasta el castillo y la plaza de Armas, inicio y final del recorrido por la Habana Vieja, gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas aún son visibles secciones o pedazos de los muros de cantería que conformaron las dos murallas que protegían la urbe, con sus baluartes, garitas, fosos y puertas levadizos, así como cañones y otras piezas de artillería utilizadas en su defensa.
Recorrido por la colonial ciudad española de 500 años de vida que arquitectónicamente es un tesoro, y por ello declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982. En la que convergen hasta diez estilos diferentes: art decó, art nouveau, barroco, ecléctico, hispano-mozárabe, indefinido, modernista, neoclásico, postmoderno y protoracionista en sus más de tres mil edificaciones censadas.
A la que la decadencia, el paso del tiempo, los huracanes y la situación política, económica y social la han desgastado de forma cruel. A pesar de ello conserva su encanto y la recuperación de sus valores iniciada en 1993 ya están dando sus frutos, con restauración de plazas, palacios e iglesias, a los que se suman un mobiliario urbano de más de un centenar de monumentos escultóricos y esculturas a píe de calle que la tiñen de un atractivo modernismo y la convierten en un polo de desarrollo turístico.
AUTOR: Luis Javier Del Valle Vega.
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