Vinos atlánticos asturianos elaborados con variedades autóctonas, felizmente recuperados con una datación superior a once siglos.
Aunque existen vestigios de una existencia anterior, constancia documental de cultivo de la vid, de viñedos y de elaboración de vinos en el Principado de Asturias se encuentra por primera vez en el año 781, en el monasterio de San Vicente de Oviedo que lo hacía en las laderas del río Narcea. Se puede afirmar que hasta la llegada de la filoxera en el siglo diecinueve, junto a la sidra, se elaboraba vino en cantidades considerables en gran parte del terruño astur.
En el caso del suroccidente, el impulso definitivo a la elaboración del vino viene dado con la fundación en el año 1031 del monasterio San Juan Bautista en Corias (Cangas del Narcea), fundado por los condes Piñolo Jiménez y Aldonza Muñoz y ocupado por monjes benedictinos. Todo apunta a que esta zona no sólo se autoabastecía, sino que también satisfacía las necesidades de otros concejos y mercados.
Comarca vitivinícola que a finales del siglo diecinueve vivió su época más álgida, con la obtención de premios y reconocimientos nacionales e internacionales. En la que la llegada de la filoxera no fue motivo de la desaparición del viñedo, sino que se contrataron a técnicos franceses para reducir en la medida de lo posible sus consecuencias, y estos no solo aportaron sus conocimientos teóricos, sino que consigo trajeron cepas francesas, de las que aún hoy en día se pueden encontrar algunas aisladas y el viñedo fue salvado. Sin embargo, sí sería la causa de la desaparición definitiva del viñedo en el resto del Principado.
Su declive vendría a mediados del siglo veinte, motivado por el esplendor del sector minero en la comarca y al despoblamiento del medio rural. El éxodo y la rentabilidad económica que aportó el carbón, fue el motivo del abandono paulatino del cultivo del viñedo. Los datos son elocuentes, a principios del siglo veinte la extensión del viñedo era de 1952 hectáreas, mientras que en la actualidad –año 2022- es de 70 hectáreas totales, de las que solo 57 están acogidos a la Denominación, aunque existen derechos para poder plantar 190 hectáreas más.
Es en los últimos años del siglo veinte cuando se retoma el cultivo de la vid de forma profesional. En 1997 se constituye la Asociación de Productores y Elaboradores de Vino de Cangas (APROVICAN), iniciándose un proceso de modernización de los viñedos y formación de los viticultores. Se hacen plantaciones nuevas, se acondicionan terrenos y comienza la recuperación de variedades autóctonas, que el paso del tiempo había puesto en serio peligro de desaparición.
En el año 2001 la Consejería de Medio Rural y Pesca del Gobierno del Principado de Asturias, aprueba la resolución para la puesta en marcha de la Indicación Geográfica Protegida "Vino de la Tierra de Cangas". En el 2008 la CEE aprueba la denominación de "Vinos de Calidad de la Tierra de Cangas" y en el 2012 la de “Denominación de Origen Protegida Vino de Cangas”. El ciclo legislativo se cerraba, obteniendo la máxima categoría de protección, convirtiéndose en la DOP más pequeña de España.
Cuyo área de producción abarcan los concejos de Allande, Cangas del Narcea, Degaña, Grandas de Salime, Ibias, Illano, Pesoz y siete parroquias del de Tineo. Siendo las variedades recomendadas para la elaboración de vinos blancos, las de Albarín blanco, Albillo y Picapoll; mientras que para los tintos lo son Albarín negro, Carrasquín, Verdejo tinto, Mencia y Garnacha Tintorera. Igualmente se admiten como autorizadas, para los blancos la Godello, Gewürztraminer y Moscatel de grano menudo, y para las tintas Merlot, Pinot Noir y Syrah. Prohibiendo expresamente la legislación, al no acoger las elaboraciones como tales, las de espumosos y de rosados.
Es curiosa esta relación ya que no se adapta a la realidad de los viñedos, pero las condiciones del mismo existente en el momento de la puesta en marcha del proceso legislativo, aconsejó esta clasificación. Las varietales autóctonas, y únicas en el panorama vitivinícola español, son cuatro, el Albarín blanco y negro, Verdejo negro y Carrasquín, que junto con la Mencia son las de mayor plantación desde el primer momento.
Todo el viñedo acogido, se encuentra en laderas con fuertes pendientes, en bancales y en terrazas, lo que apenas permite una mecanización del mismo, realizándose prácticamente todas las tareas manualmente. Viticultura realizada definida como de montaña y junto con las de Priorat y Ribeira Sacra, las únicas calificadas con la marca de “Viticultura heroica” por el organismo internacional Cervim.
Con 55 viticultores que gestionan las 40 hectáreas acogidas, la DOP considera como densidad máxima la comprendida entre las 3.000 y 6.000 cepas, con rendimientos máximos por hectárea, son de 8.000 kilos para las variedades tintas y 10.000 para las blancas. Aunque la media real no llega a ser el 50 % de estos máximos con una media de 4500 kilos, debido a la alta proporción de cepas viejas, con plantaciones comprendidas entre los 80 y 100 años.
En datos de producción, en la cosecha del 2021 las 49,5 hectáreas en producción han tenido un rendimiento medio de 2000 kilos, siendo el total de kilos recolectados de 98.865 kilos, de los que el 39 % fueron de uva blanca y el 61 % de negra. De los que el 98 % fue de las cinco variedades más plantadas, con la variedad Albarín blanco con un 37 % de producción como la variedad estrella.
Si importante fue el incremento en plantaciones en los últimos veinte años, no menos lo fue la realizada en bodegas, creándose una infraestructura que antes no existía, estando acogidas a la DOP en la actualidad nueve bodegas, cuando en sus inicios eran sólo tres, dos de ellas desaparecidas. Danzas, Monasterio de Corias, Martínez Parrondo, Rectoral de Besullo –que cogió el testigo de la del difunto Antón Chicote-, Verdea, Vidas y Vitheras, tienen sus instalaciones en el municipio de Cangas del Narcea. Mientras que Señorío de Ibias y Dominio de Ibias Clalalet, están ubicadas en el de Ibias. Bodegas que actualmente comercializan un total de 37 elaboraciones, con diferentes uvas y métodos.
Vinos atlánticos, con una personalidad marcada por el clima, el suelo y variedades exclusivas, que les otorgan unas características organolépticas típicas y diferenciadoras, que tienen una presencia activa en las guías especializadas y con reconocimientos y medallas en concursos nacionales e internacionales.
AUTOR: Luis Javier Del Valle Vega.
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