Dulce tradicional de la comarca del cabo Peñas, la más septentrional de España, que los marineros llevaban consigo en sus viajes.
El cabo de Peñas es el más septentrional de España, es la pica que sale del mapa de la península ibérica para incrustar sus acantilados con más de cien metros de altura en el bravío mar Cantábrico. Situado en el centro del Principado de Asturias, entorno al mismo se ha vertebrado la Comarca que toma su nombre compuesta por los concejos de Gozón y Carreño, limítrofes con Avilés y Gijón respectivamente.
Cuyas capitales municipales -Luanco y Candas- distan entre sí apenas seis kilómetros, ejerciendo el río Pielgo como frontera en Antromero. Con tantos puntos en común como divergentes y donde la rivalidad reina e impera entre sus habitantes día a día.
Pocos aspectos sociales y culturales se libran del sano o insano antagonismo, y su dulce de referencia no está exento del mismo. Este no es otro que la MARAÑUELA. Intrínsecamente ligado a estas dos villas marineras, compartiendo historia y tradición, y diferenciándose en las variantes de los ingredientes utilizados.
Referenciar su origen y enlazarlo con la historia y como ha llegado hasta nuestros días no es baladí. Su documentación es sumamente escasa y como tantas otras cosas y productos tampoco está exento de leyenda.
Esta relaciona su origen con los vikingos escandinavos, que los traían como uno de sus alimentos cuando atacaron la costa asturiana y arribaron a los puertos de ambas villas allá por el siglo décimo. Leyenda que en el caso de Candas se acrecentó en la década de los sesenta del siglo pasado, otorgando al párroco de la localidad la afirmación de que en el norte de Suecia había visto elaboraciones idénticas a las que hacían sus vecinos.
En la capital gozoniega se encuentra el decano de los museos asturianos, el Marítimo de Asturias, fundado en 1948 y dedicado a la cultura marítima y marinera, con exposiciones permanentes y fijas, pero también con talleres e importantes fondos documentales. En uno de los archivos de este último, datado en el siglo dieciocho, es dónde se encuentra la primera fuente escrita de esta galleta marinera.
Donde existe total acuerdo es sobre el fundamento de su realización, que no es otro que alimentar a los marineros en sus largos viajes por alta mar. Dándole otros un complemento más nostálgico, como es el de recordarles sus confortables hogares en su lucha titánica por los agrestes mares. Su alto poder calórico y su larga caducidad, llegando a ser perfectamente consumibles hasta casi un año desde su elaboración a pesar de no llevar conservante alguna, eran la base de que no faltaran en la mochila marinera al emprender los viajes.
Una de sus características, y base para muchos de su nombre, es sus peculiares formas enmarañadas, relacionadas directamente con la actividad marinera. Redondas, alargadas, trenzadas, en espiral o en diferentes nudos marineros, sus dibujos tienen una relación directa con sus consumidores finales, los útiles con que faenaban y los barcos en los que navegaban, más que con su estética.
Y aunque históricamente siempre se elaboraron en las casas, su otra singularidad es que era costumbre cocerlas en las panaderías en los fuegos de leña. Y el dibujo de cada una de ellas era el elemento que lo identificaba con su productor. Imaginería popular en su máxima expresión.
Característica y peculiaridad común en las elaboraciones gozoniegas y candasinas, al igual que la pasta, siendo una variante de unos de sus ingredientes, su textura y gusto final sus elementos diferenciadores. El uso solo de la yema de huevo y mayor dureza son sinónimo de ser de Luanco, mientras que el toque de anís y una menor dureza identifican a las de Candas.
Diferencias recogidas en el pliego de condiciones técnicas de la “Marca de calidad Alimentos del Paraíso Natural”, de las “Marañuelas de Candas” y “Marañuelas de Luanco”, vigentes desde el año 2016, y que garantiza la calidad de su origen y su seña de identidad territorial.
Y que marca como ingredientes bases de ambas: harina de trigo, azúcar blanca, mantequilla de vaca cocida, huevos de gallina, ralladura de limón, sal y opcionales anís, canela y aditivos autorizados. Para la variante candasina se indica que los huevos son enteros y un mínimo de tres por cada kilo de harina. Mientras que la gozoniega lleva once yemas y un huevo entero por cada kilo de harina como mínimo.
Como todo producto de éxito, de esta gallega asturiana nacida para surcar los mares acompañando nutricionalmente a sus consumidores finales, han salido otros en base a la misma. Comercializándose en ambas villas en forma de helado, como base de tartas y como bollos. Siendo estos últimos, y las galletas en sí mismas, el regalo con que antaño y aún en la actualidad, agasajan los padrinos a sus ahijados en Pascua.
AUTOR: Luis Javier Del Valle Vega.
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