La cueva de Valporquero se encuentra en la vertiente sur de la cordillera Cantábrica, al norte de la provincia de León, de cuya capital dista 47 kilómetros. Pertenece al municipio de Vegacervera, y a su pedanía de Valporquero de Torío, que le da el nombre.
Su entorno compuesto por una superficie de 33.260 hectáreas, conforman la Reserva de la Biosfera de los Argüellos, declarada como tal por la Unesco en 2005.
Zona de especial valor, no sólo por la importancia de la flora y fauna cantábrica, también por las peculiares formaciones geológicas que componen un entramado de sorprendentes cuevas como las de Valporquero, Llamazares y Barredo, espectaculares hoces creadas en la caliza por la acción de los ríos, como los de Vegacervera y Valdeteja, y profundos barrancos que ayudan a comprender los procesos geológicos de la Cordillera Cantábrica.
La historia de la cueva se remonta a hace más de un millón de años, en el Pleistoceno de la era Cuaternaria, cuando el hombre iniciaba su andadura por la tierra, cuando las frías aguas del arroyo de Valporquero empezaron a colarse a través de los poros, fisuras y grietas de la roca caliza disolviendo sus entrañas lenta y tenazmente.
Abrió sus puertas al público en general el 30 de julio de 1966, después de una ingente tarea de acondicionamiento e iluminación llevada a cabo por la Diputación de León, quién sigue gestionando la misma.
Su visita ofrece al visitante la oportunidad de adentrarse en el corazón de la montaña y disfrutar de un paisaje único.
Dimensiones inesperadas y volúmenes descomunales van abriendo un sendero repleto de luces y sombras, permitiendo admirar miles de estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas, y otros muchos más elementos geológicos, de diferentes brillos y colores, que se suceden a lo largo de las salas.
Elementos que a lo largo de miles de años el agua ha ido esculpiendo de una manera lenta pero constante hasta conformar el paisaje único que ofrece esta Catedral subterránea.
El recorrido de la visita turística, tiene unas dimensiones de un kilómetro y doscientos metros, dividido en siete salas, siendo sus temperaturas y humedad medias de 7º C y del 99 % respectivamente, que se realiza en un tiempo de unos 100 minutos.
También es posible realizar otro trayecto, un nivel inferior, transitando practicando el espeleoturismo, durante dos kilómetros.
La entrada se realiza a través de un túnel artificial, que da acceso a la boca de la cueva, ubicada a 1308 metros de altitud.
Las salas visitables, a través de las cuales se va ganando en complejidad y diversidad de formaciones geológicas, son siete:
1.- GRAN ROTONDA.
Es la sala de mayores dimensiones con más de 100.000 metros cúbicos de vacío subterráneo.
Su superficie es de 5.600 metros cuadrados, formando sus paredes una gran cúpula de 20 metros de altura.
Al estar próxima al exterior sus formaciones son poco relevantes y escasas en número.
Tiene forma circular, de ahí su nombre, encontrándose atravesada por el cauce del río, que lo a transita únicamente en época de lluvias.
En esta zona se encuentran los denominados microlagos, formados por el sedimento de aguas.
2.- PEQUEÑAS MARAVILLAS.
Situada al norte de la Gran Rotonda, se encuentra precedida por un lago iluminado de forma artificial, accediendo a ella a través de empinadas escaleras.
Destaca por peculiaridades formaciones rocosas, que han recibido múltiples nombres, según consideren que los espeleotemas se asemejen a una u otra cosa.
Sus elementos más famosos, son las gemelas, la torre de Pisa, el órgano, el baño de Diana y la Virgen con el Niño.
3.- HADAS.
El acceso a la tercera sala, se realiza mediante un camino que discurre paralelo al río hasta un pequeño mirador.
Mirador que se asoma a una sima que recoge las aguas del río, que hasta entonces discurría invisible en paralelo.
En épocas de lluvias, el agua se precipita en una cascada de 15 metros de altura, hasta perderse a través del “curso de aguas”.
Las cascadas desaparecen en épocas de escasez de lluvias, filtrándose el agua por los poros de la roca.
4.- CEMENTERIO ESTALACTÍTICO.
La cuarta sala debe su actual estado a una serie de desprendimientos y de sedimentos que provocaron un taponamiento parcial.
El camino se abre paso a través de un suelo repleto de estalagmitas bajo un techo repleto a su vez de estalactitas de negruzcos colores, que se desparraman desordenadamente formando un verdadero cementerio estalactítico.
A medida que se avanza, la sala, de paredes calizas, se estrecha sirviendo de protección a la sala contigua, la Gran Vía.
5.- LA GRAN VÍA.
A pesar de su nombre, la galería es de escasa anchura, apenas ocho metros de ancho, destacando sin embargo su altura, que alcanza los 40 metros.
Aunque hay escasas formaciones geológicas, las que existen son de gran magnitud, con estalactitas de varios metros de longitud.
Son espectaculares los afloramientos verticales de los estratos calizos, formando un pasillo de 200 metros de largo y 40 metros de altura.
Al final de la sala, el terreno se hunde en busca de las galerías inferiores, contactando con el actual curso del río.
6.- COLUMNA SOLITARIA.
En el final de la Gran Vía, se encuentra una sala en cuyo centro y bordeada por el camino, se encuentra una solitaria y esbelta columna, que se eleva hasta perderse entre una multitud de agujas estalactitas.
7.- MARAVILLAS.
El camino continúa sorteando oscuras y profundas simas bajo las cuales y tras 50 metros de vacío discurre el río subterráneo de Valporquero, hasta llegar a la última sala visitable.
Sala que es la que más y variadas formaciones geológicas posee.
El techo se encuentra repleto de puntiagudas estalactitas, que desenfocan nuestra vista apretándose en una catarata de color.
Aquí se encuentran formaciones inéditas en el resto de la cueva: excéntricas, macarrones, abanderadas y todo un sinfín de espeleotemas saturan el ambiente taponando la cavidad y guardando sus secretos más íntimos.
Toda la sala está presidida por un pequeño lago subterráneo, conocido como el lago de las maravillas.
En esta sala concluye el itinerario visitable, realizándose el camino de vuelta por el mismo itinerario realizado.
La cueva de Valporquero, que está cerrada dos meses y medio desde mediados de diciembre hasta principios de marzo, es toda una invitación a la contemplación y el conocimiento de la historia de la tierra, en un paraje privilegiado, en el corazón de la montaña leonesa con ocultas e increíbles maravillas subterráneas. Su visita aúna ocio y cultura, que dando rienda suelta a la imaginación puede constituir todo un viaje al centro de la tierra.