La provincia de Badajoz es la más extensa de las cincuenta existentes en España con una extensión de 21.766 kilómetros cuadrados, siendo su densidad de población tres veces inferior a la media nacional, con un censo de 700.000 habitantes. Linda con las provincias de Cáceres -con la que forma la comunidad autónoma de Extremadura- Ciudad Real, Córdoba, Huelva, Sevilla y Toledo, siendo a su vez frontera con Portugal.
“Historia, cultura, naturaleza y gastronomía configuran su puzle”.
Historia, cultura, naturaleza y gastronomía, son piezas fáciles de encajar en el puzle que configura esta provincia. Auténtica tierra de contrastes, aúna suficientes argumentos de dichas piezas merecedores de una pausada visita y de poder convertirse en una referencia del turismo de interior de nuestro país.
Historia y cultura sustentadas en el poso e impronta dejado por las diferentes civilizaciones y culturas que pasaron por su extensa geografía. Yacimientos arqueológicos; monumentos romanos, visigodos, árabes; castillos templarios; iglesias y monasterios de estilos góticos, mudéjares y barrocos; palacios y edificaciones civiles de los mismos periodos, relacionadas muchas directamente con la riqueza aportada por el descubrimiento de América, en la que tanta incidencia han tenido hijos ilustres de esa tierra, configuran y son muestras de un pasado que se mantienen muy presentes gracias a su muy buen estado medio de conservación.
“Romanos y templarios marcaron su historia”.
Emérita Augusta, la actual Mérida, capital de la Lusitania creada en el año 25 a.C. para acoger a los veteranos que venían de las muy duras guerras asturcántabras, es sin duda la referencia de la larga presencia romana en la provincia. Medellín, Alange o Zalamea de la Serena, son también localidades dónde el poso romano es visible, así como los sitios de paso de la ruta de la plata que unía Sevilla con Gijón, segunda columna vertebral de caminos que impulsaron en la península.
En 1983 se creó la Comunidad Autónoma de Extremadura, y Mérida fue nombrada su capital, recuperando la capitalidad que ejerció durante dos siglos. En la actualidad cuenta con 56,395 habitantes y en ella el legado romano es incomparable, gozando desde 1993 de la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El teatro, el anfitreatro, la casa del anfiteatro, el circo, el puente sobre el río Guadiana de 800 metros de longitud, los acueductos de los Milagros y San Lázaro, el templo de Diana, el arco de Trajano, los columbarios o la casa de Mitreo y su mosaico cósmico, muestran al visitante la grandeza vivida en sus momentos de esplendor, en la que llego a ser una de las más florecientes del imperio. Es visita obligada el museo Nacional de Arte Romano, abierto al público en 1986 y con un diseño integrador de Rafael Moneo, reúne piezas de excepcional valor que acercan de una manera didáctica al visitante a las costumbres, cultura y arte del esplendoroso imperio.
De su pasado visigodo quedan manifiestos restos, muchos de ellos visibles en el museo Arqueológico de la vecina Cáceres, al igual que del largo período de dominación musulmana, que han llegado hasta nuestros días. De este último período da fe el trazado de calles, callejuelas y plazas que aún se conservan en diferentes localidades de la provincia, como es el caso de Zafra.
Ubicada en las estribaciones de la sierra de Castellar, popularmente conocida como “Sevilla la chica”, Alfonso XIII le concedió el título de ciudad en 1882 y desde 1965 tiene rango de conjunto histórico artístico de interés nacional, gracias a la excelente conservación de su casco viejo y la importancia de sus monumentos, a lo que suma la importancia de sus ferias de celebración ininterrumpida desde el siglo XV, su auténtico motor económico. El alcázar de los duques de Feria, actual parador nacional; la plaza grande y la chica, unidas por el arquillo del pan; los conventos de Santa Clara, del Rosario y de la Cruz -actual consistorio-; la iglesia de la Candelaria o la capilla de la virgen de la Valvanera, son algunos de sus múltiples encantos.
La Orden de los Caballeros Templarios constituye uno de los grandes misterios de la época medieval. Estos caballeros -mitad clérigos, mitad soldados- nacieron para proteger los Santos Lugares auspiciados por la regla de San Bernardo, pero se convirtieron en mucho más, en una potencia supranacional extendida por toda Europa y de su numerosa presencia en la provincia hay vivos recuerdos. Los restos de los castillos y otras construcciones de Alange, Burguillos del Cerro Higuera la Mayor, Olivenza o Puebla de Alcocer dan fe de ello, siendo Jerez de los Caballeros el mayor de los referentes de su paso por estas tierras.
Ellos rebautizaron a esta población colindante con la frontera portuguesa. La fortaleza templaria, con sus murallas, sus puertas y su torre del homenaje o sangrienta; sus cuatro parroquias: San Bartolomé, Santa Catalina, Santa María de la Encarnación y San Miguel, con sus torres de traza barroca y neoclásica; sus ermitas y conventos; sus casas solariegas y palacios y sus estrechas y empinadas calles, componen un escenario singular. Su Semana Santa y el “Salón del jamón ibérico” monográfico dónde se unifica todo el potencial industrial y comercial de la comarca, son sus mayores reclamos turísticos.
En la cercana localidad de Burguillos del Cerro, en la antigua iglesia de San Juan Bautista, se ubica el Centro de Interpretación de la Orden del Temple. Valiéndose de imagen, sonido, de réplicas de elementos de la época y soportes interactivos permite adentrarse en la vida e historia de esos misteriosos caballeros, trazando un camino que transita desde su origen y desarrollo hasta su decadencia y en el que se muestran sus reglas, estandartes, costumbres, símbolos, ceremonias, vestimentas, armaduras, organización y jerarquía. La localidad cuenta también con el “Centro de interpretación de la arquitectura popular extremeña” en el que ofrece diferentes tipologías históricas de la región.
Si la Orden del Temple estuvo muy presente por estas tierras, no lo estuvo menos el Santo Oficio de la Inquisición. Creado en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos, en la monumental Llerena -casi lindante con las tierras andaluzas- se creó el tercero de los tribunales existentes en España en 1508 que permaneció hasta 1834, por iniciativa de Luis Zapata, consejero de los Reyes, y a él le debe la importancia de la que gozo durante siglos. Las iglesias mayor de Nuestra Señora de la Granada y de Santiago; los conventos de Santa Clara, de la Concepción y de San Juan de Dios; los palacios episcopal, de los Zapata y el de recaudación de la mesa maestral; las casas maestrales, el recinto amurallado con sus puertas, la eclecticista casa consistorial y su plaza mayor, porticada mudéjar del XVI, componen una paleta arquitectónica y artística de la calidad de Francisco Zurbáran, uno de sus hijos ilustres.
Y si hijos ilustres mencionamos, esta tierra está íntimamente ligada al descubrimiento de América, aportando numerosos hijos al mismo, algunos de ellos reputados exploradores y conquistadores. El medillense Hernán Cortés, gobernante de los antiguos territorios aztecas; los jerezanos Vasco Núñez de Balboa, el primero en divisar el Océano Pacífico y Hernando de Soto, descubridor de Nicaragua; Pedro de Valdivia, nacido en Villanueva de la Serena y descubridor de Chile o Alonso de Mendoza, fundador de la Paz y nativo de la Garrovilla, son hijos ilustres pacenses, muchos de ellos con casas o museos dedicados a los mismos en sus localidades natales.
“El ecosistema de la dehesa, es el hábitat de dos animales totémicos: el cerdo ibérico y el toro de lidia”.
Extremadura y por extensión Badajoz, representan la conjunción armónica del ser humano con la naturaleza. Entre magníficas dehesas de encinar, pastizales y áreas cultivadas en secano, se yerguen altivas serranías con matorral y bosque mediterráneo y amplios valles por dónde discurren cauces fluviales, cuyos tramos embalsados conforman una de las mayores reservas de agua dulce de Europa. Su pluralidad paisajista favorece la presencia de especies de alto interés botánico, zoológico, cultural, social y económico. Todo ello hace que la provincia cuente con el “Parque natural del Cornalvo”, con veintitrés “Zonas de especial protección paisajista” y diez las especies animales protegidas.
El ecosistema de la dehesa, a medio camino entre el bosque mediterráneo y la campiña, es la plasmación espacial de una pugna de siglos entre el ser humano y la naturaleza. Utilizada como explotación agrícola y ganadera, ocupa casi un treinta por ciento de la extensión provincial. Constituye el hábitat natural -entre otros- de dos animales totémicos: el cerdo ibérico y el toro de lidia, y es el escenario primigenio de la gastronomía pacense y en ella tremola un estandarte: el jamón ibérico de bellota, que goza del distintivo Denominación de Origen Protegida Dehesa de Extremadura.
A él se le rinde pleitesía, en diversas localidades, ubicándose en Higuera la Real -municipio limítrofe con Huelva- el “Centro de interpretación del cerdo ibérico” que ofrece una imagen global histórica y etnográfica de la vida tradicional relacionada con la dehesa y el cerdo.
“Su rica gastronomía está basada en sus despensas naturales”.
Si la dehesa, el cerdo y el jamón aúnan historia y tradición y son unos de los principales pilares económicos de la provincia, no lo son menos el viñedo y el vino. Sus primeros vestigios se remontan a alrededor del año 550 a.C., fecha que data la kylix o cílica de Medellín, aunque es a la civilización romana a la que se le debe una implantación que ha ido creciendo de forma exponencial hasta llegar a nuestros días. Su extensión, en la actualidad es de más de 110.000 hectáreas, un 5 % del territorio total, acogido en más del 80 % a la Denominación de Origen Protegida Ribera del Guadiana, dividida en las subzonas de Ribera alta y baja, Matanegra y Tierra de Barros.
La capital de esta última comarca es Almendralejo, auténtica referencia vínica de la comunidad. Ostenta el título de “ciudad internacional del vino” desde 1987, obtenida a la vez que Jerez de la Frontera, Logroño y San Sadurní de Noia, y en ella se ubican un amplio abanico de bodegas -algunas elaboradoras de cava, a cuya Denominación están acogidas- y de alcoholeras. En el edificio que albergó una de estas se ubica el interesante “Museo de las ciencias del vino” y su plaza de toros puede presumir de ser la única en el mundo cuyas instalaciones albergan una bodega.
Los olivos, la aceituna y el aceite de oliva, la quintaesencia de la dieta mediterránea, forman otro de sus pilares agroalimentarios. Anclados en la historia, cuenta con la DOP Aceite Monterrubio y su primera referencia escrita data de 1791.
Al este de la provincia se extiende la campiña, un paisaje esencial donde campa el cordero y el cabrito y mugen los terneros, y dónde la gastronomía gira alrededor de la carne, de la leche y de los quesos. Las IGPs Cordero y Ternera de Extremadura y la DOP Queso de la Serena -elaborado con leche de oveja merina y cuajo vegetal- avalan sus producciones.
El agua y los ríos que serpentean por las vegas que genera principalmente el Guadiana, conforman el último escenario de la gastronomía pacense. Hortalizas, legumbres y frutas se cultivan y desarrollan en un escenario acuífero que compone una provincia con más costas -de agua dulce- que algunas del litoral español.
Tierras adehesadas del oeste y el sur, la campiña del este, la central tierra de Barros y las vegas del Guadiana con las huertas desperdigadas por toda la provincia. Dehesas, pastos, barros y regadíos, despensas naturales que forman las cuatro columnas de Hércules de la gastronomía pacense, que compone un universo de colores, olores, sabores y texturas únicos que incitan a su ingesta.
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