Ojeando La Nueva España para ver lo guapo y orondo que salgo en una foto con un grupo de amigos, me encuentro con que el Concejal Arturo González de Mesa pregunta sobre algo que concierne a la casa en que vivo y que no se menciona en la nota periodística.

A este propósito escribí una carta a los periódicos en el 28 de Mayo de 2008 que no resultó publicada, seguramente por considerar su contenido como delirante. La reproduzco:

“En Oviedín, playa marina por fín

Sr. Director: Por fin se va a cumplir el viejo sueño de una playa marina para esta capital, ya que, según declaración de un edil, ni la finca nº5 ni la nº7 de la calle Jovellanos son colindantes con nadie por el Norte. En consecuencia deduzco que nuestra colindancia por dicho viento es la Mar Cantábrica.

Exijo por ello que nos pongan en posesión inmediata de dichas vistas y luces, ya que no valen las reflejadas en el Registro de la Propiedad donde textualmente dice: “Surgirá una SERVIDUMBRE legal de LUCES y VISTAS a favor de los predios del fondo del Edificio Nº5 de la calle Jovellanos… sobre la HUERTA… que es el PREDIO SIRVIENTE…” (Las letras mayúsculas están así en el original)

Mirando el mapa grosso modo, y si se aplica la proyección perpendicular a la fachada Norte, que sería lo legal, calculo que saldríamos más o menos en el Cabo Peñas. No está mal, pero como ocurre que las vigas que salen de la fachada, en la nueva edificación que tánta polémica suscita, tienen desviación oblícua hacia el Este, creo que vamos a dar a Gijón, con lo que nuestro gozo, y el de nuestro Ayuntamiento, será inmenso. Ya nos veo cantando aquello de “De aquí a Somió, todo ye mió…” ¡Temblad, playos!

Nos conformaremos con el territorio –una franja de apenas 32 m. de ancho- entre nuestras fachadas al Norte y nuestra ya innegable colindancia con la mar. El trocito de costa, ya sea playa, pedrero, puerto o acantilado que nos toca será cedido gratuitamente para uso y disfrute de nuestra Corporación, con preferencia para los ediles y altos cargos de Urbanismo, que pasará a ser Urbanismo, Costas y Faros.

El resto lo disfrutaremos con condiciones: Se llamará “La Franja del Colinde” y en sus terrenos no se podrá construir ni monstruir. Sólo exigir castizos hórreos y paneras a una distancia mínima de 200 m. entre ellos. No habrá farolas de rebiricoque, ni figuritas de cervatillo, enanito, pastorcita o cualquier otra cursi horterada campestre. Las cercas serán de tejo, acebo y madroño, que también llaman borrachín. No habrá hormigón y sí hormigas, y se permitirá excepcionalmente el cultivo transgénico de chorizos con destino exclusivo a los bollos de la Balesquida. No se tolerarán otros bollos ni otros chorizos aunque los ponderase el mismo rey. Y menos si el chorizo viniera de nuestros probos munícipes.

Habrá, sí, fuentecillas de vino con tragaperras para financiar el proyecto, declarado, como no, de interés turístico, y para prosperar y crecer como crecen los árboles de ferralla y las narices enrojecidas en el simposium. No enrojecerán las conciencias, según el refrán asturiano: “El tochu y el borrachu, lo que tienen en papu”. No peligran esos trasfondos freudianos.

Después de todo, he entendido cabalmente la descripción que de esta finca se hacía en 1842, en su 1ª Inscripción en el Registro de la Propiedad:

“Una casa sita en la calle de Tras la Cerca de esta ciudad frente al antiguo arco de San Juan… teniendo a la espalda un patio… existiendo en él un cabañón o cuadra y una fuente salobre”.

Salobre: Esta es la clave que legitima por completo nuestra percepción de lindes con la mar. En cuanto despejemos todo lo que estorba les invitaremos

en Oviedo, a ver la mar serena,

dejando atrás la marimorena.

Nota: Por favor, que los de la limpieza, o quien corresponda, quiten de nuestra vista un plástico copulativo sito en la incolindancia a menos de un metro de nuestras vistas y luces. Sospecho que con él se han condonado algunas cosas. Y que nadie me diga que todo esto es absurdo. Lo realmente absurdo es como lo cuentan oficialmente.”

Hasta aquí la transcripción de la carta. Debo añadir, que vuelve a verse un plástico copulativo a través de unas hermosas cascarrias de cemento que adornan nuestras ventanas desde entonces. Sí, desde entonces.