Justicia para Las Pelayas

Justicia para Las Pelayas

Hace unos cuantos años y con el pretexto de combatir una epidemia de cólera, el Ayuntamiento de Oviedo les pidió a las monjas del Convento de la Vega que cedieran éste para tal propósito. Ellas brindaron el uso de sus edificios a cambio de permanecer allí, aunque fuera en el último rincón y además se ofrecieron como enfermeras mientras durara el mal.

Se les respondió negativamente y que además tendrían que salir de noche, obviamente para tratar de ocultar la vergonzosa ignominia. O sea que con nocturnidad sumada a la alevosía. Lo rechazaron pero forzadas por la Autoridad tuvieron que abandonar su casa con sus hatillos en la mano. Lo hicieron al atardecer, todavía con luz, para dejar constancia visible del atropello y recorriendo a pie una amarga cuesta de lágrimas se acogieron al refugio que sus hermanas de S. Pelayo les ofrecieron.

Casi inmediatamente el Convento de la Vega se transformó en Fábrica de Armas. ¡Bonita forma de combatir el cólera! Desde ese momento pesa sobre el Ayuntamiento de la Muy Noble, Muy Leal, Benemérita, Invicta, Heroica y Buena Ciudad de Oviedo como ejecutor del abuso, la mancha del latrocinio doloso, la prepotencia arrogante mezcla de machismo y anticlericalismo, y el baldón de la injusticia.

Sé que hay un principio de Derecho que establece que cuando un bien es confiscado, ocupado o lo que sea, por la Administración, la propiedad que no ha sido adquirida o compensada permanece en estado de latencia o dormición forzados, pero que cuando cesa el propósito y el uso para los que se procedió a su ocupación, hay que devolverlo a sus legítimos dueños. Cuanto más si el propósito o pretexto inicial declarado –hospital- jamás se cumplió.

Me temo que a Las Pelayas, herederas de los derechos del Convento de la Vega y avecindadas en Oviedo desde hace más de mil años, sí, mil años, las van a volver locas si intentan pleitear. Aquí no se cumple lo del molinero que se enfrentó a Federico el Grande de Prusia, que, por un antojo estético quería desalojarle de su molino. Después de que Federico presionara con la baza política de que él era el rey que se preparara, el molinero respondió: “Todavía quedan jueces en Berlín”, lo que disuadió al monarca de su capricho.

Habrá que añadir que la misma burocracia que aburrió al Sans-Dèlai de Larra está vigente con la misma asimetría poder-ciudadanía de a pie que entonces.

Pido justicia para las Pelayas. Los especuladores, trincones y demás gandalla pueden irse a Las Vegas de Nevada, U.S.A. Estoy seguro también de que la Comunidad de S. Pelayo administrará más que juiciosamente su avasallado patrimonio. No en vano es el vecino más antiguo de Oviedo

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