In memoriam Enrique Múgica Herzog

Quienes soportamos con riesgo de nuestra salud y de nuestras vidas el seudosocialismo del peor presidente de la democracia, tenemos que sentirnos afligidos por el fallecimiento, víctima del coronavirus, de una de las figuras insignes del socialismo español que encarnaba los valores que más respeto y admiración despiertan en la ciudadanía: lealtad a España, respeto a la Constitución, defensa del interés público, sinceridad y honestidad.

 

Me estoy refiriendo a Enrique Múgica Herzog, con quien mantuve una estrecha relación desde su nombramiento como Defensor del Pueblo, en mi condición de Letrado de la Comisión de Peticiones y Derechos Fundamentales del Parlamento Asturiano.

 

Era un enamorado de Asturias y del Derecho Consuetudinario Asturiano, tema que siempre salía a relucir en los largos desayunos que manteníamos en el hotel La Reconquista cada vez que visitaba nuestra autonomía.

 

Su afición por los libros era su seña de identidad y la visita a la librería anticuaria de José Manuel Valdés, en la calle Marqués de Gastañaga, de Oviedo, era obligada. Allí nos tirábamos unas cuantas horas rebuscando entre los miles de libros apilados.

 

Esta afición no tenía fronteras y doy fe de que, en nuestras numerosas reuniones con la Federación Internacional de Ombudsman (Quito, Asunción, Lisboa…), lo primero que hacíamos era localizar las más acreditadas librerías de lance e inspeccionarlas minuciosamente.

 

Tuve la suerte y el honor de que prologase mi libro sobre el Procurador General del Principado de Asturias, figura que el mismo vaticinó de efímera si el nombramiento recaía en político en activo, circunstancia de la que me hice eco en la Introducción y que finalmente, al cristalizar, acabó motivando la desaparición de la institución.

 

Enrique fue Ministro de Justicia con Felipe González, era un gran negociador capaz de poner de acuerdo a izquierda y derecha, fue el único Defensor del Pueblo reelegido para el cargo, era enemigo declarado de los nacionalismos excluyentes y de los etarras que vilmente asesinaron a su hermano Fernando en el año 1996.

 

Siendo Defensor del Pueblo, presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional contra la reforma del Estatuto de Cataluña. El socialismo puro, atractivo, coherente, constructivo, leal, sincero y creíble que encarnaba Enrique, generaba en la ciudadanía confianza, admiración y respeto.

 

Su desaparición es una pérdida para España; su vida y su trayectoria, una fuente en la que debería beber nuestra denostada clase política.

 

Descansa en paz querido y entrañable amigo.    



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