La estocada de Rodríguez Zapatero

José Luis Rodríguez Zapatero se ha desabotonado el corsé con el qué  - y ya  es confeso -, intentaba encubrir retozonamente,  que el régimen de Nicolás Maduro es lo mejor que en estos tiempos políticamente complicados  necesita Venezuela.

En el  país de los Toros de Guisando y las Navas de Tolosa se armó la de Dios es Cristo,  y a esa algarabía nos atenemos.  La consabida presencia en Madrid de Juan Guaidó, abrió  una brecha significativa entre Zapatero y el más valorado estadista actual  de la nación peninsular, Felipe González.

 Las  incomprensibles palabras de Zapatero -   que goza de entrada libre en los aposentos  políticos del Palacio de Miraflores - , protegiendo  la disposición del presidente socialista Pedro Sánchez, de no mantener un encuentro con Guaidó en la visita que este realizará a Madrid dentro de una gira europea para recabar apoyos, ha sido absorbida en los sectores socialista con  desagrado, al ser sus  palabras una azagaya: “Sánchez acierta con no recibir a Guaidó”.

Al paso, y de manera solidaria,  le salió Felipe González y lo hizo en un comunicado que no tiene desperdicio:

“El único representante legitimado democráticamente, de acuerdo con la Constitución de Venezuela, frente al poder fáctico representado por la tiranía de Maduro y los apoyos espurios de la llamada Asamblea Constituyente, del Tribunal Supremo o de la cúpula militar”, es Guaidó.

Mi persona está en España agazapado cual  gorrión de casero vuelo. A  tal causa, hablar de estas tierras es como tomar  aliento fresco sin ningún esfuerzo  pues todo termina convirtiendo en la propia sangre de mi nacencia.

 No me canso de decir que estoy construido un poco, como las catedrales góticas, los patios andaluces, los colmados extremeños y los “chigres” asturianos, de un hálito de éxodo y llanto.

 La emigración me hizo ver a España desde la perspectiva de lo lejano, lo brumoso, lo casi inalcanzable, y cuando estando en Caracas iba de tarde en tarde a los  surcos de mis mayores, al encuentro del  salitre en los acantilados donde hay aún la vivencia de mi niñez, me doy cuenta de que  estos campos han crecido y germinado como los buenos almendros en flor.

La España   de ahora es  una democracia  construida sobre  el duro pedernal de la libertad, haciendo posible una nación digna, sólida y con voz fuerte en el concierto internacional, aunque muchos no comulguen, ni poco ni mucho, con las  dolientes expresiones de Rodríguez Zapatero. Pero así es la democracia, y eso lo avala  palabras del lord inglés Chesterfield  -  la frase se le atribuyó a Voltaire -: “No estoy  acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte  su derecho a decirlo”.

No es fácil que  esas expresiones cuajen sobre el polvorín que  actualmente ahoga la nación,  y será así mientras los que gobiernan bajo la  égida de la memoria de Hugo Chávez,  sigan dejando de lado el esfuerzo que forjó el barinés para levantar una tierra que siguiera las huellas de Simón  Bolívar Francisco Miranda, Simón Rodríguez, Andrés Bello, Rafael José Urdaneta, Rómulo Gallegos, Antonio José Sucre,  y una amplitud de hombre y mujeres que dieron  su sangre y sudor para que el país no fuera el  drama sangrante en que se haya envuelto hoy.

 Lo penetrante todo, es que un ex presidente de la tierra de Cervantes  se vea cayendo tan bajo ante un pueblo hermano  que sufre, se exilia, llora y espera.






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