La tirolina de mi nieto…

El pasado sábado, 15 de junio, con un cielo azul intenso y sin nubes,  y con una  temperatura excelente, me encuentro en Oviedo , a eso del mediodía, poco antes de las 12. Aparcado el coche y después de cruzar la calle Conde de Toreno, nos adentramos en el Parque San Francisco, pulmón de la ciudad, y por donde quien más quien menos pasa de vez en cuando y más cuando va en compañía de un inquieto niño de cinco años.

No es la primera vez que lo hacíamos, ya han quedado en recuerdo las fotos con Mafalda, el estanque de  patos y tortugas o los juegos infantiles próximos. Hoy, él marcó la ruta, y su primera parada o asombro fue ante la estatua o busto erigido al eximio periodista asturiano  don Manuel Fernández Avello, cronista de la ciudad en su día. Supongo que el toque vanguardista de la escultura provocó su parada.  Sacamos la foto de rigor, mientras resuenan las campanadas del reloj de la Escandelera, que siempre agradan y estimulan.

Después, bordeando la charca y tras cruzar la calle central del Parque nos dirigimos hacia el pequeño estanque – el de los renacuajos de mi infancia- ubicado antes del Palomar y está sin agua; su fondo pétreo, frío, provoca esa desolación que ya nos había anunciado el deteriorado quiosco de la Chucha, que con su madera derruida y sin pintar, es mera indicación de un pasado más vital, más alegre, o al menos así lo fue para muchos de nosotros.

Por la calle que limita con Marqués de Santa Cruz entramos en el Paseo del Bombé y nueva sorpresa, la Fuentona o la primera fuente que encontrábamos los alumnos del Auseva cuando salíamos de clase y cargábamos nuestras pistolas de agua, también estaba sin agua. En el fondo de la misma el esqueleto de sus tuberías asustaba la asustada mirada del niño. ¡No daba crédito! Un parque de unos 90.000 metros cuadrados sin fuentes, sin agua y eso que nos azota el Cantábrico y nuestros elevados picos rompen y estallan las nubes ininterrumpidamente.

Continua el paseo y en la zona izquierda del Paseo, nos adentramos en la zona de juegos, pistas de  patinetes, toboganes y la sorprendente tirolina que hizo y hace las delicias de niños y por supuesto de mi nieto, que apenas encaramarse en la plataforma de salto ya digo a sus compañeros que también tenemos una en el parque de la Pola. Había cola para deslizarse, la bajada cogía ritmo y fuerza y a los más pequeños sus prudentes padres les acompañaban en el trayecto. Allí fue feliz y colmó su afán de aventuras y sorpresas.  Menos mal. Justificó mi viaje a Oviedo. Un poco más abajo, en la calle central del Bombé los mayores , en ropa de deporte, seguían las indicaciones del monitor con ejercicios de relajación ,estiramientos...

Al salir del parque en dirección a la calle Conde de Toreno la fuente de las Ranas, ruidosa y chispeante en otro tiempo, también está callada, silenciosa, sin ruido, sin agua, ya no “chisca”. ¡No me lo puedo creer! ¡Un parque sin fuentes en un caluroso día de primavera! A todo este panorama he de añadir que el Quiosco de la música, de 1899, y obra de don Juan Miguel de la Guardia, lleva encofrado desde hace meses, produce contaminación visual…

Y todo esto lo vieron mis ojos, vecino de Pola de Siero, cuando tuve la ocurrencia de aventurarme con mi nieto en el Parque San Francisco y disfrutar del mismo , y todo ello en día que los Ayuntamientos se engalanan para recibir a los nuevos concejales y alcaldes.

Han pasado unos días, se ha formado una nueva Corporación y deseo a todos y a sus máximos responsables el acierto máximo porque sé que todo redundará en beneficio de todos, ovetenses o no ovetenses, pues creo que no hay asturiano ni forastero que nos visite que no se dé un paseo por el céntrico, frondoso y agradable Parque San Francisco y más en un día tan espléndido como el descrito.

Sé que hay muchos proyectos y peticiones que esperan al Sr. Canteli , al Sr. Cuesta, al Equipo de Gobierno y a toda la Corporación,  pero la vivencia que describo debe hacernos pensar.

¡Que cada uno saque las conclusiones oportunas! ¡Enhorabuena y mucha suerte a todos!



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