'Narciso' Sánchez, también llamado Pedro 'el guapo'

Confieso que lo leí. Sé que es difícil creerlo, pero lo leí. Quise mantenerme fiel a mí mismo y no opinar en el vacío, quise hacerlo con pleno conocimiento de causa. Me costó. Desde la «Sinopsis», pasando por el «Prólogo», hasta culminar con el apartado 12, «Continuar la historia», fui transitando de sarpullido en sarpullido hasta desembocar en una dermatitis aguda. A partir de la página 51, a esos picores incontrolables se unieron unas náuseas difíciles de contener. Me recordaron mi infancia cuando mi madre me hacía tragar aceite de ricino, no sé bien con qué finalidad. En algunos pasajes, al aceite de ricino se unían las desagradables sensaciones estomacales provocadas por el aceite de hígado de bacalao y del concentrado de carne que creo que se llamaba Bovril, que también me suministraba mi progenitora. En fin, al final pude digerirlo y profundicé en el conocimiento de este sujeto engreído, vanidoso, manipulador y tergiversador de la realidad. El libro es un culto al «yo» y su relator, un narciso en el uso coloquial.

Narciso es un producto de la mitología, un joven apuesto que despertaba la admiración de las mujeres. Enamorado de su propia imagen reflejada en una fuente, incapaz de separase de ella, absorto en su contemplación, acaba arrojándose al agua y ahogándose.

Nada tengo en contra del Sánchez persona. Sencillamente, no podría ser su amigo, no me gusta la gente jactanciosa y petulante. Que no le soporte no significa que le desee ningún mal. En modo alguno. Ahora bien, políticamente espero que tenga el mismo destino que Narciso, que desaparezca de la escena pública por el bien de España, del Estado de derecho, de la convivencia ciudadana y de su propio partido.

Invito al lector a abrir el libro por la página 51 –abrir no significa comprar, esta operación se puede hacer en cualquier librería-. Se sorprenderá. Adelanto parte de su contenido. El epígrafe «Darme a conocer», comienza afirmando: «Aquella fue la época de “Pedro el guapo”, cuyo mensaje implícito decía: como es guapo, es frívolo. O algo así».

Un sujeto que, en un libro que pretende ser –según sus propias palabras- un relato de un proceso personal de resiliencia, de fortaleza en las convicciones, de reflexiones políticas, de acciones, de traiciones y de coraje, se llama a sí mismo guapo, es un sujeto vano, soberbio, arrogante, altanero, altivo y fatuo.

Es el claro ejemplo de aquella historia que me contaba mi padre para hacerme entender lo que era un sistema democrático. Decía: «Hijo, un sistema democrático es aquel en el que cualquiera puede ser presidente del Gobierno». ¡Qué razón tenías, papá!

Por razones obvias, no puedo dar fe de la veracidad de las historias que cuenta, pero todo apunta a que están adulteradas y desfiguradas. Me atengo para hacer esta afirmación a las numerosas intervenciones escritas y orales de un gran número de socialistas que me merecen más crédito que el ínclito Sánchez, en especial, Soraya Rodríguez, a la que no profeso demasiada simpatía, pero que ha demostrado ser una mujer valiente, solvente, sincera y digna de crédito.

Dice Soraya en un artículo publicado en un diario de tirada nacional que, en contra de lo afirmado por Sánchez en el libro que le escribió Irene Lozano, el verdadero artífice de las primarias de 2014 no fue Pedro, «el guapo», sino Eduardo Madina.

Dice también Soraya que el partido había acordado no pactar nunca con los separatistas, porque la pregunta era: ¿qué debe ser antes, el país o el partido? Sánchez, «el guapo», nos dio la respuesta. La estamos sufriendo.

Parafraseando a Anguita, votar a un insensato lo legitima, lo justifica y te hace tan responsable como él.    



Dejar un comentario

captcha