Un gobierno amoral

El panorama político es vomitivo. El Gobierno habla de cacería. ¡Qué frágil es la memoria! El mayor y más macabro acoso conocido es el que sufrió por parte del PSOE y su prensa amiga Rita Barberá, que ni siquiera había sido investigada ni, por tanto, condenada. ¡Qué decir de Rajoy, que, a partir de su célebre frase «Luis, sé fuerte», fue perseguido y vilipendiado! Sin olvidar a Casado. En fin, la paja en el ojo ajeno.

Ahora se quejan de lo que la Portavoz, que parece sacada de un cuadro de Julio Romero de Torres, llamaba «fake news», sugiriendo reflexionar sobre la libertad de expresión, para evitar, o minorar quizá, las filtraciones de las conversaciones grabadas por Villarejo que nos presentan a la Ministra de Justicia implicada en la operación político-judicial que maquinó el caso Gürtel, en las vergonzantes confesiones que ella misma protagonizó sobre la execrable conducta de algunos jueces, fiscales y catedráticos por sus devaneos con menores de edad en Colombia y su asentimiento a los chantajes obtenidos a partir de las ya archiconocidas informaciones «vaginales» del prostíbulo montado al efecto.

Sin olvidar a Pedro Duque, que, en honor a la verdad, da pena, pero su realidad fiscal es la que es y el listón ético marcado por el insensato Sánchez, también.

De Garzón, ni hablo. No forma parte del Gobierno y, además, su sola cita me produce sarpullidos.

Es este un Gobierno legítimo en las formas y en el fondo, pero amoral en el origen. Su nacimiento fue posible gracias al voto de partidos secesionistas, separatistas y etarras. Ningún presidenciable con un mínimo sentido ético hubiera aceptado esta amalgama contaminada y contaminante, máxime con unas alforjas de chantajes y prebendas tan perniciosas para el interés público.

Es amoral, además, porque está permitiendo que se violente impunemente la Constitución.

Por consentir un golpe de Estado con ataques, algaradas y desórdenes públicos permanentes. Por financiar indirectamente con ingentes cantidades de dinero público el movimiento secesionista.

Por permitir ultrajes a la bandera y ataques y asaltos a edificios públicos.

Por depender del voto de los golpistas, que lo ningunean, masacran y humillan. Por proponer diálogo con un pirómano golpista y antiespañol jefe de los CDR, a los que alienta a intensificar la lucha.

Por mantener en su puesto a una Ministra de Justicia que ha deshonrado el cargo y, sobre todo y ante todo, la profesión de fiscal.

Por mantener en su puesto al Ministro Duque, que, diga lo que diga, creó una sociedad para pagar menos impuestos y, además, no declaró todo lo que tenía que declarar.

Por mantener en su puesto a un sectario compulsivo como Ábalos, que, cegado por su ideología, calificó lo sucedido en Cataluña como «asumible» (que se lo pregunten al guardia civil al que le rompieron la nariz o a los diputados de la oposición que tuvieron que salir escoltados del Parlamento).

Por buscar atajos y triquiñuelas para aprobar los presupuestos. Por debilitar y degradar las instituciones con la suposición de que el fin justifica los medios.

Por pretender interferir en las decisiones judiciales y patrocinar la puesta en libertad de los políticos presos y su amnistía.

En fin, el listado es tan largo y decepcionante que causa indignación a cualquier ciudadano medio que tenga una mínima dosis de sentido común.

Pero, no lo olvidemos, este Gobierno está atrincherado y solo convocará elecciones cuando las evidencias del chantaje sean tan claras y asfixiantes que lo pongan al borde de la responsabilidad penal.

Mientras, Sánchez disfruta de las mieles del poder a costa del erario público.

Sánchez debería recordar que «La ciencia es universal; el arte, nacional, y la necedad, nacionalista».    



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