Julio Anguita y la utopía

Unas afirmaciones nada afortunadas de Julio Anguita, ex secretario general de Partido Comunista, ex alcalde de Córdoba y de  profesión ideólogo, sobre la actual situación de Venezuela, han dejado una estela de estupefacción a la vez que demostraron el poco conocimiento que posee de la actual situación de Venezuela el llamado “califa” cordobés.

Son desafortunadas y a la vez un manotazo contra un pueblo que merecía mejor trato de una persona que, dado su nivel intelectual, debería asumir un mejor conocimiento de los acontecimientos que se ciñen sobre la tierra de Simón Bolívar y Andrés Bello.

Las respuestas a la actual situación política venezolana en una entrevista en el diario digital  “El Español”, tal vez,  por decir lo menos, están faltas de objetividad. Y las mismas,  en una persona inteligente y admirada en muchos de sus aspectos personales y públicos, son un machetazo seco contra un pueblo que padece  una de las más graves situaciones de su historia republicana.

El balance económico, social, político  y de convivencia, es trágico; eso, sabiéndolo Julio Anguita,  por muy ceñido a su ideología marxista, no reprobarlo es adulterarse asimismo.

No son estas unas letras  para polemizar, ya que sería en vano y, aún así,  él no debería – por su alto prestigio moral -  decir tantos desbarros  sobre la verdad actual del país caribeño. 

Cuatro de esas respuestas de Anguita  al periodista  son éstas:

- ¿Por qué la izquierda española critica tanto a Trump y tan poco a Venezuela?

- Venezuela es un país que nos da lecciones. Me pone usted esa cara… ¿Hay en España algún proceso que permita al pueblo revocar al presidente? En Venezuela, los “dictadores” - pongo esto entre comillas-, han ganado todas las elecciones, menos una que perdieron acerca de una reforma constitucional. Venezuela es un país donde ha habido y sigue habiendo corrupción, pero se ha intentado que la población alcance unos mínimos. A partir de ahí, muchos fallos y errores, pero contestan a la política del imperio. Me pongo del lado del más pequeño. Con mucha crítica, pero yo defiendo a Venezuela, se lo digo a quien quiera, no me da vergüenza. Me presto a criticar a Venezuela, pero no a que me utilicen contra ella.

- Dice usted que Venezuela nos da lecciones.

- He dicho lo siguiente. Corrijo para que quede mejor: Venezuela, con los papeles en la mano, es el único país que permite un referéndum revocatorio del pueblo contra el presidente. Los observadores extranjeros dicen que las elecciones han sido correctas. Confieso que he tomado partido de manera vehemente, pero cuando veo la injusticia de atacar un país que no es un peligro para nadie…

- Los políticos en las cárceles de Venezuela también serán, deduzco, presos políticos para usted.

- No. Porque hay golpistas.

 - ¿Y los separatistas catalanes no lo han sido? Declararon la independencia de forma unilateral.

- No es lo mismo. Los golpistas en Venezuela han incitado a la violencia. Esos no son presos políticos, son presos comunes. Tengo otras fuentes de información. Deje a Venezuela que comercie con sus productos, que se surta. A mí, conste aquí, no me gustan las formas de Maduro. Son muy histriónicas.

 La utopia de Julio Anguita demuestra que la izquierda sigue sin distinguir la realidad de los sueños ilusorios que se tejieron en el marxismo y que, traicionados,  tanto daños han producido en millones de seres humanos.

La Premio Nobel rumana Herta Müller, que padeció el escarnio del absolutismo,  dijo algo que invitamos al lector a conocer y analizar. Ella expresó: “La ilusión es algo muy distinto a la utopía”.

Y extendía su desgarro:

“La fantasía está contra la utopía, ya que la misma es muy propensa a los totalitarismos. Tan pronto pretende hacerse realidad, se vuelve rígida. Por fuerza debe restringirse a una sola variante. Y a partir de ahí aplicarle a la realidad aquello que tal vez sobre el papel aún no ha podido ser del todo explicado o resultaba ambivalente. No creo que haya nada peor ni más temerario que la realidad transformada en utopía. ¡Terrible! De ahí las dictaduras”.

Difícil en los actuales momentos desentenderse de la amenaza que empuja al abismo desalentado, de forma pavorosa, a  esa tierra de gracia que siempre había sido Venezuela

Heredad de afanes y esperanzas que hoy se haya imbuida en una insondable oscuridad. En ella los valores de la democracia  son triturados, convertidos en carcoma y lanzados al mar de la ignominia.  Cada día  se expande más la desazón, la destemplanza y los lamentos de un pueblo amplio, generoso y bueno.  



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