Última matanza, segunda enmienda

Vemos a Nikolas Cruz, el joven confeso de la última matanza en los grandes Estados Unidos de América del Norte, con el mono naranja de la justicia carcelaria y cargado de cadenas. Dicen ahora, después de haber apretado el gatillo, que es un perturbado mental. Tiene 19 años, es huerfano y vivía con una familia de acogida que no se enteraba de la vida que llevaba.
El presidente de los Estados Unidos de América del Norte, Donald Trump, ya salió en las redes sociales y en los diferentes medios de comunicación para asegurar que el problema no es la sociedad, el problema son los casos aislados de los perturbados mentales.
Se afirma que Donald Trump, para su campaña electoral, recibió de la filantrópica Asociación Nacional del Rifle un donativo de 30 millones de dólares. El presidente de los Estados Unidos de América del Norte está encantado -y por eso no hace ninguna alusión a ello- con la facilidad de acceso a las armas que tienen sus conciudadanos sean perturbados confesos o perturbados en potencia, que en ambos casos no hay un sistema público estatal que detecte y vele por ese tipo de enfermos.
La sociedad de los Estados Unidos de América del Norte se está hundiendo en la podredumbre desde hace mucho tiempo, actualmente aún más con dirigentes como su presidente Donald Trump y el coro de "lobyys" de la peor ralea que le auparon al poder. A ese país situado al sur de Canadá y al norte de México le sobran armas y le falta conciencia. Huele cada vez peor.
Hasta la Segunda Enmienda de su Constitución, aprobada en 1791 -con la que tanto se justifican-, sirvió tanto para defenderse como para masacrar a los legítimos pobladores del territorio que unos años antes había conseguido la independencia. Y los vaqueros siguen entusiasmados con ella.



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