¿La gallina o el huevo?

Entre el variopinto mundo de libros que poseemos  se hallan los escritos del físico inglés Stephen Hawking – Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 1989 -, uno de nuestros autores a la hora de mirar el Universo y escudriñar el pavoroso lugar de nuestro punto en el Cosmos.

  Sobre él  escribo con frecuencia, ya que el inescrutable misterio de la creación nos arrastra a hacernos preguntas que nuestra frágil mente no  comprende, mientras que el heredero de la Cátedra de Matemáticas de la Universidad de Cambridge, camina sobre  ellas igual a mariposa en el aire.

 Al decir de  Hawking, el origen del mundo puede explicarse perfectamente sin tener que recurrir a supuestas intervenciones divinas. Los seres humanos, dice, deberían dejar de creer en un ser invisible y omnipotente cuya existencia no tiene ninguna base científica.

 Ya en 1993, en unos ensayos sobre los agujeros negros donde se recoge una conferencia pronunciada en Cambridge casi siete años antes, él hace la consabida pregunta: “¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? En otras palabras, ¿qué entidad creó el universo y quién esa entidad?”

 Expone que tal vez existió siempre el firmamento y la entidad  que lo creó y que no necesitaban de ser cimentados. Ya en su “Breve Historia del Tiempo,” expuso que sus teorías cosmológicas dejaban muy poco espacio para la idea de un Dios Creador, ya que el Todopoderoso le parecía un concepto superfluo para explicar el origen del Universo.

Actualmente, complementando lo expresado hace  años y por otros conceptos, nos habla de una quinta dimensión a la hora de teorizar sobre la creación. El Universo, afirma, no parece tener “ni fronteras, ni límites, ni principio, ni fin”, y siempre ha sido un ente “autosuficiente”.  Por lo tanto, Dios es una idea que sobra, “ya que no es necesario recurrir a ella para explicar el nacimiento ni las características de nuestro mundo”.

 Estas últimas investigaciones le han llevado a concluir que el Big Bang, el Universo y el espacio físico,  están inmersos en una quinta dimensión diferente a las tres que percibimos y la cuarta en la que vivimos: el tiempo.

 Si son admitidas las condiciones de esta quinta dimensión, un estallido cósmico  dio origen al Universo hace unos 15.000 millones de años. El  descubrimiento demostraría que “no es necesario apelar a algo que esté fuera del Cosmos para explicar su origen”.  Lo que sería un suceso análogo a una percepción milagrosa.

  Pero no, el “portento” es el propio Hawking. Cuando tenía 21 años, se le diagnosticó una enfermedad que ataca a las células motoras del cuerpo, paralizando gradualmente a sus víctimas. Lo normal es que una persona con ese trastorno muera en menos de cinco años. Él acaba de cumplir 76. Se impuso a su  mal de forma tan insólita que ni sus propios médicos logran comprender.

 Y es que Dios, dicen,  escribe derecho con renglones torcidos. Creerlo,  pudiera ser igualmente un talante de  fe y esperanza.



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