Se acabó la fiesta

Dicen que en Europa escasean los huevos y que España es el país llamado a minorar esa deficiencia. No parece que acogiendo a Puigdemont en Bruselas se vaya a solucionar el problema, porque de webos (web operating system), sí que entiende, pero a cobarde, insolidario irresponsable y fracasado, no lo gana nadie. Mientras sus consejeros declaraban, él tomaba café en una terraza.

El oxímoron es una figura retórica que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado opuesto. A buen seguro que la combinación “valiente-Puigdemont” pasará a ser uno de sus ejemplos más representativos.

Puigdemont es en Bélgica un huésped molesto y en España un ex Presidente ridículo, infantil, idiotizado, tontorrón, muñeco de feria, que pasó de héroe a villano. Pudo convocar elecciones el 26 de octubre, mantenerse en el cargo y poner a Rajoy en apuros, pero sucumbió a las presiones y prefirió un minuto de gloria que le hizo pasar de Presidente a fugitivo, de héroe a villano.

Se acabó la fiesta y ahora hay que pagar los gastos y los desperfectos ocasionados por esa orgía soberanista que no reparó en utilizar ingentes cantidades de recursos públicos para sufragarlos. Y deben pagar quienes fueron sus protagonistas principales. ¿Alguien pensaba que el fiestorro iba a salir gratis? ¿Sería justo que así fuera? ¿No está obligado el sistema a defenderse de un ataque frontal a su integridad y a su soberanía?

Yo no tengo ninguna duda. Los movimientos nacionalistas, aunque trasnochados y desestabilizadores, solo son legítimos si se desenvuelven en el marco de la legalidad, en otro caso su materialización es un auténtico golpe de estado que tiene que ser corregido con contundencia.

Se dice que el Auto de la juez Lamela fue excesivo. No suelo juzgar las decisiones judiciales por su dureza sino por la riqueza de su motivación y en este caso concreto su lectura evidencia la consistencia de sus razonamientos. Se contrapone también su proceder con el del Tribunal Supremo que otorgó a los miembros de la Mesa del Parlamento una semana más de plazo para preparar su defensa. Este es un dato cierto, pero ninguno de los abogados del Vicepresidente y de los exconsejeros solicitó un aplazamiento, a diferencia de los de la Mesa que sí lo hicieron. En todo caso, la huída de Puigdemont le dio a la juez un buen argumento para decretar la prisión incondicional.

Llama mucho la atención que los miembros de la CUP, antiespañoles, anticapitalistas, antiglobalización, antieuropeistas, antisistema y, sobre todo, antiestéticos, salgan de rositas de todo este asunto, a pesar de que fueron los auténticos impulsores.

Unos y otros, todos los independentistas, han conseguido convertir la República Catalana en una República Butifarrera, con la misma connotación peyorativa que las repúblicas bananeras. Y no vale el argumento de que el PP, el Gobierno de Rajoy impulsor y ejecutor del 155, es un partido corrupto. Es un recurso demasiado fácil y manido. ¿Habrá partido más corrupto que la antigua Convergencia de la que es corolario el actual partido de Puigdemont? ¿Habrá mayor corrupción que la utilización de ingentes cantidades de dinero público para fines ilegales, ilegítimos y espurios?

Queda un consuelo. La República en 1934 duró diez horas, en 2017 apenas cuatro. Con esta cadencia decreciente, no es aventurado pronosticar que no habrá un nuevo intento y si lo hubiere será tan efímero que pasará inadvertido.

Puigdemont debería leer a Séneca. El filósofo romano afirmaba que “Confiesa el delito el que huye del juicio”.

 

 



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