Ni un paso atrás

Es esta una frase que no les resultará ajena a esa turba de extrema izquierda trasnochada, casposa y desestabilizadora que, con la excusa del referéndum ilegal, siembra el desorden y el caos en Cataluña y la intranquilidad y la división en el resto de España. Es de corte estalinista y se convirtió en un eslogan de la resistencia antifascista soviética.

Y esto es lo que les pido al Gobierno, a los jueces, a los fiscales, a la Guardia Civil y a la Policía Nacional. Ni un paso atrás en la defensa de la Constitución, de la legalidad, de la soberanía nacional y de la democracia, pilares todos ellos del Estado de Derecho y ámbitos vulnerados, transgredidos y pisoteados por un Gobierno de presuntos delincuentes pagados por el Estado al que pretenden destruir.

Falta un día para que el suflé separatista cocinado por un grupo de políticos nauseabundos y salpimentado por unos pinches de cocina alborotadores profesionales se desinfle.

Falta un día para que la Guardia Civil rinda el más excelso de los tributos al lema situado en el frontispicio de su cartilla: «El honor es mi divisa»: honor, en cuanto cualidad moral que conduce al cumplimiento de los deberes propios, y divisa, como señal exterior que los distingue.

Y claro que van «a por ellos». ¿Qué esperan? Pero a por los catalanes pacíficos, cumplidores, de buena voluntad, que quieren ser catalanes y españoles, o incluso que quieren la independencia pero por los cauces legales. Estos nada tienen que temer. A por lo que van es a por aquellos que, bajo el disfraz de la democracia y la libertad, alientan el mayor desafío a la soberanía nacional desde que se aprobó la Constitución, a por aquellos que ponen en peligro la paz y la convivencia. Para eso están las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Porque de los Mossos no hay que fiarse. Ya pudimos comprobar su actitud pasiva en los incidentes acontecidos días atrás. El Mayor Trapero puede acabar asestando una «puñalada trapera» a la democracia y a la legalidad.  Juró o prometió lealtad a la Constitución y al Estatuto de Autonomía, pero de qué sirve eso en una Cataluña en la que la legalidad española no vale nada.

Reconozco y elogio la actuación de los fiscales y de los jueces, pero, dicho esto, creo que deberían haber dado un paso más y detener a los cabecillas de esta revuelta. ¿A qué ciudadano se le permitiría incurrir en los delitos que día a día está cometiendo Puigdemont? Cierto que goza de las prerrogativas que los políticos se han dado a sí mismos, singularmente de la inmunidad, pero cierto también que este régimen exorbitante cede en caso de flagrante delito, supuesto en el que puede ser detenido. ¿Habrá mayor y más grave delito que la sedición en el que incurre cada dos minutos el Presidente catalán? Su detención como responsable de la trama conspiradora sería un buen golpe de efecto.

Cuando la revuelta esté controlada, será la hora de negociar, pero no con los sediciosos, que deberán ser juzgados y, en su caso, encarcelados, sino con políticos que respeten la ley, para lo cual habrá que esperar a que se celebren elecciones autonómicas y apelar al “seny” de los catalanes a la hora de votar.

Dicen que la actitud de Rajoy está fabricando independentistas. Yo percibo, sin embargo, que el independentismo catalán esta reviviendo un sentido centralista y una legión de marianistas, incluso de izquierdas. Haría bien el Presidente en aprovechar este movimiento para convocar elecciones.

Suerte a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y esperemos que impere la sensatez y no tengamos que lamentar incidentes irreparables.

 

 



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