Gorrones de la Revolución Bolivariana

Comenzaré reiterando  que  Juan Carlos Monedero,  cofundador de Podemos,  políticamente es impresentable. Desconozco si es buen o mal ciudadano: lo que sí alcanzamos a afirmar es que ha colaborado con el gobierno venezolano y no precisamente por filantropía.

Escucharle opinar  tras la concesión de arresto domiciliario a Leopoldo López,  es la demostración de su iniquidad y desprecio hacia los valores democráticos.

Es parte de la izquierda glotona y pérfida llegada a Venezuela con el advenimiento de Hugo Chávez, saboreando las sinecuras que reciben por ensalzar al ingobierno alevoso, y  ser parte  de la caterva de esas revoluciones hendidas,  dedicadas  a chupar la última gota de sangre a los pueblos  en que se imbuyeron.

Narraba Gabriel García Márquez una anécdota sobre la “Revolución de los Claveles” en Portugal, fiel reflejo de lo que terminó siendo la chavista y ahora la del señor Nicolás Maduro. 

Expresaba Gabo – abril de 1974 – que los hoteles de Lisboa empezaron a llenarse con los eternos parásitos de la revolución, los oportunistas de siempre venidos del mundo entero para medrar bajo el sol que más alumbra. Esos gorrones estaban en Chile cuando Allende, como en La Habana muchos años antes, hasta que Castro recapacitó ante tanto pedigüeño y le puso término a la pachanga.

Ignoramos cuánto tiempo pasará hasta que Maduro,  el alumno del Comandante llanero y su morichales,   mande a esos chupasangre al carajo, aunque sabiendo cuanto los necesita tendrán que salir en su momento con el rabo entre las piernas. Esos tipejos son oportunistas, y salvo alguna honrosa excepción, no creen en nadie: lo de ellos es la adulancia retribuida con morocotas. 

Viven en Caracas al socaire de la opulencia  del oficialismo levantando tramoyas de indolentes pensamientos marxistas  al socaire de la batahola y la lisonja. Forman parte de la riestra  de alcahuetes y picarones de profesión.

Son expertos en enunciar pendejadas revolucionarias, inculpando al Imperio del norte de todos los desarreglos existentes y  gruñir hasta desgañitarse: “Patria, Socialismo o Muerte”.  Se babean con decadentes   loas al Che, Fidel, Chávez y Maduro, al amparo de  recrearse cual maharajás  en confortable habitación del Hotel Alba Caracas –Hilton antes de ser expropiado - ,  a la par que reciben viáticos sabrosotes y exquisitos néctares del trópico en las cercanas playas del Caribe. 

Cuando los autócratas de turno quieren  enardecer el patrioterísmo ramplón  debido a  sus embarazosos fracasos en política interna en los  respectivos países en que vegetan, buscan enemigos, reales o inventados, con la necesidad  de recubrir sus incapacidades manifiestas.

Hacen uso de bajos instintos. Atizan  el asador del país al que llegan con arengas cuartelarías, arrojan impulsivas monsergas agresivas y con ello hacen creer que la  nación-madre está en contingencia, y de esa forma malandrina seguir instalados en los aposentos del poder.

 No ha sido la primera vez en la historia latinoamericana, ni será la última, que esa zumba de taimados ideológicos -  en este caso del que hablamos, el partido Podemos - levante  al aire mangoneos esperpénticos  con el mezquino donaire de unas ideologías convertidas en cacatúas agresivas.  



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