Un sujeto muy peligroso llamado Pedro Sánchez

Afirmaba Vázquez Figueroa que «los políticos españoles son más peligrosos que los yihadistas musulmanes». Yo no me atrevo a tanto y me quedo con que son peligrosos. Sirva como ejemplo paradigmático de tal peligrosidad Pedro Sánchez, que, visto lo visto, será capaz de cualquier cosa con tal de ser Presidente del Gobierno.

            Consciente del problema que se nos podía venir encima, durante el proceso de elección del Secretario General del PSOE rogué a Dios y a los militantes socialistas que nos libraran de tal sujeto, pero es obvio que ni mis plegarias tuvieron eco ni los militantes socialistas me hicieron caso alguno. Prefirieron mandar a Susana para el «Rosío» y con ella a los barones socialistas.

            Pedro Sánchez dice que es la izquierda. Debería leer a Ortega y Gasset: «Ser de izquierda es como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil, ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral». Lo importante para un político es ser sensato, equilibrado, fiable, previsible, y Pedro Sánchez no lo es. Y no lo es a la hora de encarar el principal problema al que se enfrenta España en los próximos años: el separatismo catalán.

            Primero empezó a frivolizar con la frase «España es una nación de naciones y Cataluña es una nación». Si hubiera leído la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, se hubiera dado cuenta de que el término «nación» -dejando al margen realidades culturales, históricas, lingüísticas y sociológicas, y centrándonos en el sentido jurídico constitucional- solo es predicable de la nación española, fundamento de la Constitución con la que se cualifica expresamente la soberanía, que es ejercida por el pueblo español como su único titular reconocido. Por tanto, hablar de «nación de naciones» es una majadería (Gustavo Bueno) y un disparate (Sosa Wagner). El propio Patxi López, quizá en la única intervención sensata de su dilatado periplo político, le preguntó: «¿Pedro, sabes lo que es una nación?». Ahora habría que preguntarles a ambos: ¿Sabéis lo que es un Estado plurinacional? Es una pregunta obvia, porque la respuesta nos la dio Adriana Lastra: Bolivia. En efecto, la Constitución de Bolivia incluye en su artículo 1 el término «plurinacional», pero para referirse a las cuarenta etnias indígenas que habitan en su territorio. Sin comentarios.

            Este giro radical de Sánchez, quizá en un intento de buscar un punto de encuentro con los socialistas catalanes, es un ejercicio estéril, tal como se encargó de recordarle Alfonso Guerra, porque para los secesionistas el problema no es semántico: o referéndum o nada. La negativa a aprobar el tratado de libre comercio con Canadá, que se inscribe en una línea de podemización del partido, es una estupidez catedralicia.

            Pedro Sánchez también se dice liberal, olvidando que una de las manifestaciones del liberalismo es la suprema generosidad, es el reconocimiento del derecho que la mayoría otorga a la minoría aunque esa minoría sea débil. Fruto de ese liberalismo es la laminación de los susanistas. El progreso, en frase de Ortega, no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor.

            El equipo elegido por Pedro Sánchez no es el más adecuado para culminar felizmente su viaje a La Moncloa. La Portavoz del Grupo Parlamentario en el Congreso, Margarita Robles, auténtica imagen del partido, no reúne las condiciones necesarias para servir de ejemplo. Es uno de los casos más flagrantes de uso de las puertas giratorias: de la judicatura a la política y de la política a la judicatura. A mí la gente que se metamorfosea sin recato alguno no me inspira ninguna confianza. ¿Se puede ser portavoz de un partido político e involucrarse en cuerpo y alma con su política y cuando se retorna a la judicatura pretender ser independiente, imparcial, objetiva y neutral? ¿La toga produce efectos taumatúrgicos? Es legal, pero no es ético.

            Además, ¿esta señora podrá exigir disciplina de voto a sus compañeros de partido cuando ella misma la rompió en la sesión de investidura de Rajoy?

            Los militantes lo han votado, eso no ofrece duda alguna, pero para llegar a La Moncloa hace falta el voto de los ciudadanos, y el mío, y espero que el del resto de la gente sensata, no lo tendrá en tanto siga instalado en la frivolidad y no nos ofrezca un programa serio, moderado, juicioso y creíble, en el que la unidad de España, sin paliativos y sin concesiones, esté garantizada. No hay otra forma de entender el sistema democrático instaurado por nuestra Constitución.

            En tanto no sea así, me temo que Pedro Sánchez será un político de entremeses y guarniciones, pero nunca conocerá el plato principal.

 

 

           

 



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