Libros, ternuras y viajes

En esta columna, igual a  todas, el lector observador verá fácilmente  las trazas que han ido quedando en otros escritos. Somos autores de una sola página, repitiéndose infinidad de veces.

Soy igualmente lector de pocos y fijos textos literarios. Cruzado mi Rubicón, no dispongo de la capacidad, ni la avidez, para enfrentarme a nuevas cuartillas, mientras el tiempo nos ha ido colocado en el sitial en que todo sosiego se atempera, y el vientecillo de las remembranzas nos ayuda a saber que los   años han tenido con nosotros andanas insuperables: libros,  ternuras y viajes.

Pienso ahora que si un hombre leyera a lo largo de su existencia solamente la tragedia “Hamlet”, allí hallaría lo necesario sobre el ser humano.

Lo  dijo Víctor Hugo: “¡Hamlet! Espantoso ser en lo incompleto. Serlo todo y no ser nada. Es príncipe y demagogo, sagaz y extravagante, profundo y frívolo, hombre y neutro (.....) juega con cráneos humanos en un cementerio, aterra a su madre, venga a su padre, y termina con un gigantesco signo de interrogación el temeroso drama de la vida y de la muerte”.

Sobre  el nacido en la población de   Stratfor-upon-Avon puede decirse y afirmarse todo. En sus tragedias hay todo el mundo posible. Nada se le escapó. Harold Bloom, profundo conocedor de William Shakespeare, menciona un prefacio de Samuel Johnson encabezando una edición de las obras teatrales del prolífico autor inglés.

“Éste es el mérito de Shakespeare: que sus dramas son el espejo de la vida; que aquel cuya mente ha quedado enmarañada siguiendo a los fantasmas alzados ante él por otros escritores, pueda curarse de sus éxtasis delirantes leyendo sentimientos humanos en lenguaje humano, mediante escenas que permitirían a un ermitaño hacerse una opinión de los asuntos del mundo y a un confesor predecir el curso de las pasiones”.

La mitología grecolatina dice que Sísifo, rey de Corinto, célebre por su astucia, al morir fue castigado al averno, y para no permitirle hacer uso de ninguno de sus conocidos trucos, debía empujar hasta la cima de una montaña una pesada piedra, pero ésta, antes de llegar a la cúspide, caía, por lo que Sísifo debía comenzar de nuevo.

Y en eso debe estar en estos mismos instantes el propio Hamlet. Personaje espeluznante, pavoroso y  a un  tiempo irónico, si no  hubiera  asumido las dos partes humanas en que la arcilla y el espíritu se abrazan intentando perpetuarse sobre el destino que la mayoría de las veces  es sanguinario.

No lo sabremos jamás con certidumbre, y aún así es permisible que al Príncipe de Dinamarca - si Shakespeare no lo encadenara a su irremediable  y desalmado destino -, hubiera podido  dialogar con su propio yo,  y con ello, hasta teatralmente, defenderse de un insaciable  destino e impedir  que se encontrara  participando de tantos asesinatos. En el castillo de Elsinor, solamente faltó despedazar a los criados de la cocina.

Shakespeare era un actor, y muy bueno,  dicen las crónicas de entonces. Para él, las puestas en escena, en el  Teatro The Globe de Londres,  debieran ser sangrantes y apoteósicas. Así era la época. Igualmente se debate – y la Universidad de Oxford así lo atribuye -  que varias de  las obras las escribió el dramaturgo, poeta y traductor Christopher  Marlowe. Las dudas y las certezas se dan la mano sin llegar a una decisión sólida.

El emperador Adriano nos ha enseñado al trasluz de las páginas de Marguerite Yourcenar, a sopesar las heridas, e igualmente las alegrías  que han sido muchas, dejadas sobre los  años, aunque la autora de esas memorias apócrifas  del emperador romano  igualmente borró y rescribió  muchas páginas. Tardó tiempo en conseguir el comienzo de ese brillante monólogo

 Mientras el amo del mundo esperaba la llega de Hermógenes, su médico, en la Villa de Tivoli escribe adolorido y aún así calmoso: “Esta mañana pensé  por primera vez  que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo”.

Haremos uso del poder que posee el palimpsesto. Todo debe ser borrado, olvidado,   al ser ese acto pagano la mejor forma  de abordar  un nuevo texto.



Dejar un comentario

captcha