Trapos muy sucios

Pablo González, hermano del expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio  González (ambos ahora compartiendo celda en la cárcel de Soto del Real) cuando salió del despacho oficial de José Antonio Nieto, Secretario de Estado de Seguridad y segundo en el escalafón del Ministerio del Interior, según la policía se puso en contacto con su mujer para decirle que por teléfono no se lo podía contar, pero que la reunión con Nieto "había sido muy interesante". En pocas palabras: salió de la reunión muy motivado.
 
Hace pocos días, José Antonio Nieto, en su comparecencia ante la Comisión de Interior del Congreso, calificó la misma reunión como meramente protocolaria y negó que en ella se hubiera hablado de las investigaciones que los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado -Policía y Guardia Civil- llevaban a cabo en la llamada "operación Lezo". Y ante la Comisión afirmó con rotundidad que él personalmente se había enterado de tales investigaciones cuando salieron a la luz pública. Es decir: que posiblemente se enteró al leer "La Razón" al día siguiente.
 
Próximamente, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está citado como testigo en una de las causas del "caso Gürtel" que lleva la posible financiación ilegal -durante décadas- del Partido Popular. Ya adelantó el increíble portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, que sobre ese asunto Rajoy sabía tanto como el Papa. O sea: a negar la mayor, que es lo suyo.
 
Los "planetas" del Partido Popular, sus máximos dirigentes, son todo un ejemplo en sus formas de actuar de lo que se podría catalogar como "política bananera" e, incluso, como "política predemocrática". Los "satélites", los cargos del Gobierno y sus ayudantes incondicionales, son el testimonio de la rémora de esa clase de políticas.
 
Rafaél Catalá, Ministro de Justicia; José Manuel Maza, Fiscal General del Estado; Manuel Moix, Fiscal Anticorrupción; Juan Ignacio Zoido, Ministro del Interior; y José Antonio Nieto, Secretario de Estado de Seguridad, en las últimas semanas y en cada una de sus apariciones publicas han provocado que los ciudadanos, como poco, se sientan altamente preocupados por la creciente desconfianza que generan en el desarrollo de su actividad en cada uno de los cargos que ostentan.
 
Mal estamos cuando el Partido en el Gobierno pretende usar al propio Estado y a las instituciones como lavadora de sus trapos muy (muy) sucios.



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