Hay que cortar cabezas

Los casos de corrupción del PP nos están permitiendo conocer idiomas (correa en alemán se dice gürtel), ciencias naturales, botánica y latín (el nombre científico del granado es púnica) y, de momento, historia (Lezo fue un Almirante español que defendió Cartagena de Indias durante el asedio británico). A poco que las cosas sigan así, recorreremos todos los campos del saber. La Enciclopedia Álvarez va a quedar empequeñecida. Porque el PP no tocó fondo. La lista de la corrupción es interminable y sus ramificaciones también. Es una pena. Junto a la gentuza que utiliza la política como un medio de enriquecimiento personal hay muchos políticos del PP –la mayoría- que entienden la cosa pública como servicio a los demás. Conozco a muchos de ellos.

            ¿Cómo se soluciona esta catarata de desmanes? Indudablemente, mirando hacia otro lado, no. Yendo a rebufo de la justicia, tampoco. Hay que cortar cabezas. El PP debe someterse a una catarsis inmediata para llegar a la próxima cita electoral desparasitado. Deben ponerse en marcha, para ello, varias líneas de actuación.

            La primera, y más importante, debe ir dirigida a hacer una auditoria interna seria y rigurosa del patrimonio de todos los cargos políticos y públicos. Quien no pueda acreditar satisfactoriamente, con datos fiables y contrastables, el modo de adquisición de todos y cada uno de sus bienes, debe ser apartado.

            La segunda, cesar con carácter inmediato a todos aquellos que hayan tenido, pertenecido o participado en órganos colegiados que hayan coadyuvado a la toma de decisiones, sea por acción o por omisión, sobre las que pese una mínima sospecha de ilegalidad. Por aplicación de esta regla, el cese de Cristina Cifuentes es obligado. Formó parte del Consejo de Administración del Canal de Isabel II.

            La tercera, renovación. Todos los cargos políticos y públicos con más de diez años de “antigüedad” en puestos orgánicos, deben dejar paso a la juventud. La veteranía en estos casos no es un aval de eficacia, sino un tránsito a la corrupción.

            Debemos tener en cuenta que las tramas de corrupción del PP han dejado de ser un problema del PP para convertirse en un problema de España, ante el incierto resultado del proceso electoral actualmente en marcha para elegir al “jefe” del PSOE. Si sale elegida Susana Díaz, el sentido común está garantizado; con otras opciones, la incertidumbre está servida. De ahí la necesidad de un PP creíble y sólido que garantice, junto con los socialistas, una mayoría suficiente que permita hacer frente a la amenaza del proceso soberanista, que es el mayor peligro que se cierne sobre nuestras cabezas.

            No tiene suerte el PP con los jueces. Y hablo de suerte porque, visto lo visto, las decisiones de los jueces se parecen cada vez más a los juegos de azar. No refuerza la credibilidad del poder judicial que un juez, como Eloy Velasco, que fue alto cargo con el PP, pueda instruir la trama Lezo. Es humanamente imposible, y menos aún verosímil, que pueda mantener la neutralidad y la independencia, sobre todo si tenemos en cuenta que fue cesado por su enfrentamiento con otro alto cargo del PP. Aunque si es llamado a declarar, como parece, Eduardo Zaplana, las cosas pueden ser distintas. Cuenta un periodista de un diario nacional en su edición de la Comunidad Valenciana, que Eloy Velasco trabó una relación muy personal con Zaplana a partir de un problema de salud de su primera esposa y de un hijo del mandatario popular. Si este último tuviera que declarar, la escena estaría contaminada, si es que ya no lo está, y quedaría fuera de toda interpretación racional.

            Quizá fuera el momento de rescatar para la instrucción al joven, prometedor -y por qué no presumir- ovetense y amigo Alejandro Abascal, juez que, por cierto, fue el que ordenó, por primera vez en la historia judicial española, las escuchas en el despacho de Ignacio González que contribuyeron decisivamente al buen fin de la investigación. Enhorabuena.

Si el PP desarrolla las actuaciones sugeridas, volverá a ocupar un papel central en la escena política, porque vale más un resfriado que un cáncer.

 

 



Dejar un comentario

captcha