¿A dónde vamos?

El "empresario" Donald J. Trump y su banda de asesores de gatillo fácil (entre los que se encuentra una de sus hijas plastificada y su prometedor marido) están dispuestos a renovar el arsenal del poderoso lobby de fabricantes de armas de los Estados Unidos y están poniendo todo el interés para que el mortífero stock quede liquidado en cuestión de meses sino de semanas.
 
Ayer, sobre Afganistán, los gloriosos herederos del general Custer y del Séptimo de Caballería han lanzado el mayor artefacto no nuclear del que disponen: la bomba GBU-43. Un prodigio mortífero valorado en unos cuantos millones de dólares (medio mundo muriendo de hambre), que pesa 10 toneladas y que tiene un poder de destrucción que abarca un radio de 10 kilómetros.
 
Han lanzado la bomba y han lanzado a los especuladores de la muerte, a los fondos de inversión y al gremio de mareantes -hechos así mismos de auténticos americanos procedentes de la peor ralea de descendientes de la emigración y, en muchos casos, descendientes de los penados carcelarios- a la entrada oportunista en las firmas armamentistas cotizadas en bolsa. Estados Unidos de América del Norte es el país de las grandes oportunidades para unos pocos normales y para unos muchos detestables  personajes sin escrúpulos.
 
Un petardo en manos de Donald J. Trump ya es un peligro. ¿Cómo puede, un personaje así -y su banda carente de toda ética y humanidad- tener en sus manos la decisión de "cotizar" con unas cuantas GBU-43 o, incluso, con una bomba nuclear?.
 
Si aún existen países con cierto sentido de responsabilidad global, deberían asumir -en los organismos transnacionales competentes- un papel definitivo y, entre todos, poner freno a las locuras de un peligroso pistolero y su banda de facinerosos.
 
El mundo en que vivimos no puede convertirse en una mierda como si fuese un Gran Hermano VIP. Y camino de ello llevamos.



Dejar un comentario

captcha