Jessica Lange presenta en primicia mundial sus fotografías en el Niemeyer

Jessica Lange presenta en primicia mundial sus fotografías en el Niemeyer

La actriz estadounidense inaugura su exposición “Unseen” el próximo sábado 10 de septiembre

 

El Centro Niemeyer, en colaboración con diChroma Photography (Madrid) y gracias a la cortesía de la Howard Greenberg Gallery (Nueva York), presenta por primera vez la exposición “Unseen”, de la actriz y fotógrafa estadounidense Jessica Lange.

 

La exposición reúne 78 fotografías (de las cuales 12 son hojas de contactos) tomadas durante estos últimos veinte años, y se articula en dos series: “Things I See” y “On scene – Unseen, Mexican Suites”. El Centro Niemeyer será el único lugar en España donde podrá verse la muestra de la actriz.

Jessica Lange estará presente el día de la inauguración que tendrá lugar el próximo sábado, 10 de septiembre. A las 12h, la actriz compadecerá  en rueda de prensa en el Foyer del Auditorio, y a las 19h se llevará a cabo la inauguración oficial.

 

La exposición se abrirá al público a partir del próximo domingo, 11 de septiembre, y las entradas estarán disponibles en las taquillas del Centro y a través del servicio TiquExpress de Cajastur.

El precio de la entrada es de 3 Euros (50% de descuento a mayores de 65 años. Niños menores de 12 años, acompañados de un adulto, entrada gratuita). La exposición tendrá lugar en el Foyer del Auditorio del Centro Niemeyer, en el siguiente horario: de martes a domingo de 11h a 15h y de 17h a 21h.

“Unseen” sustituye a “Polaroids”, de Julian Schnabel, que cerró sus puertas ayer domingo para seguir su gira internacional en Milán. Más de 15.000 personas visitaron la exposición que el pintor y el director de cine estadounidense inauguró el pasado 21 de mayo en el Centro Niemeyer.

 

JESSICA LANGE, actriz y fotógrafa

 

En 1967, Jessica Lange obtiene una beca de la Universidad de Minnesota para estudiar fotografía, pero los avatares de la vida estudiantil la llevan a España, y a París, donde decide anteponer el arte dramático a su práctica fotográfica. Es entonces cuando comienza su carrera de actriz que la lleva a convertirse en protagonista de títulos emblemáticos y a recibir dos Oscar como mejor actriz, por sus actuaciones en Tootsie en 1983 y en Blue Sky en 1995.

 

Pero no es hasta más adelante, a comienzos de los años noventa, cuando Sam Shepard le regala una Leica M6, que Jessica Lange retoma su actividad fotográfica.

Toma sus imágenes en el transcurso de sus viajes y deambulaciones: Estados Unidos, Francia, Finlandia e Italia son algunos de los países que recorre, aunque demuestra una especial predilección por México, “por sus luces y sus grandes noches”, como ella misma señala.

Esta exposición está producida por diChroma Photography y comisariada por Anne Morin. 

 

Unseen

 Things I see - (1992 – 2008)

-“What are these pictures, I ask?

-Oh, things I see.”*

*“Jessica Lange, 50 photographs”, Patti Smith, PowerHouse

“Things I see”, responde ella, como una letanía, un leitmotiv, casi un canturreo que se lanza tras una interjección y va rodando solo, sin necesidad de más impulso.

Las fotografías de Jessica Lange no necesitan cargarse de frases inútiles.

“Punto y línea sobre plano” son los elementos fundamentales de su escritura visual. Su léxico y su sintaxis se reducen a concordancias temporales, como ecuaciones elementales que expresan lo imperceptible.

 

Y si Kandinsky enunciaba el punto como la forma más concisa del tiempo y la línea como su continuidad, estas imágenes en devenir, que se sitúan a la vuelta de apenas una centésima de segundo, no dependen sino del “instante decisivo”; de su “instante decisivo”, sin concesiones, sin arrepentimientos. La poesía no se caza, hay que esperarla, ya que, en caso contrario, se toma sus rodeos, juega al escondite o nos burla cambiando de rumbo. Es por lo tanto gracias a esta fracción, a esta ciega inflexión en el tiempo de espera, que sobreviene la imagen.

 

Rusia, Finlandia, Minnesota, Italia y Nueva York no son más que pre-textos que se enuncian y anuncian antes de la imagen. Ahí están, ante sus ojos, poco importa su longitud y latitud, el mes o el año, sólo dicen lo que es, en su permanencia.

Las fotografías de Jessica Lange son escollos sin más pretensiones que hacer visible el movimiento de la vida. Esta frase de Stieglizt, ineluctable: “El arte es lo que da cuenta de la vida y la vida, o lo que la significa, se halla en todas partes”. Jessica, en sus recorridos, se ha encontrado con ella, aquí y allá, en lo sencillo, en lo común, en la ceguera.

 

Esa joven y su rostro de otro tiempo, que alza los ojos hacia el cielo, como trazando una línea invisible hacia otro lugar, nos devuelve a una suerte de trilogía, de trinidad.

El interior de una capilla, bañada por esa luz lechosa típica de los países nórdicos, invadida por un denso silencio, que se estremece en ese mismo instante por la discreta presencia de un individuo, sentado al fondo, solo. Es el eco de Muchacha leyendo una carta de Johannes Vermeer (1657).

O también como los dos niños suspendidos en una barrera, balanceándose como notas musicales que tararean sobre una partitura. Los blancos y negros están en equilibrio. Todo está ahí.

 

ŸOn scene – Unseen.  Mexican Suites

Y, de repente, el negro inunda la imagen, el grano estalla, las líneas se difuminan, le tela de la pantalla se tensa.

México. ¡Que comience el espectáculo!

Furtiva, delicada, discreta, Jessica Lange entra en escena, está presente en la historia que nos cuenta, lanzándose cuerpo a cuerpo con la realidad; puesto que se trata de eso y no de otra cosa: del cuerpo. Ya no está en la espera, ni en la distancia; se instala en una continuidad, la de una narración, de una película.

 

Para empezar, dibuja y delimita los espacios que atraviesa; se sitúa dentro de los mismos pero manteniéndose a la vez separada. Separada del otro, en primer lugar, por ese deseo de soledad en el que se envuelve; separada también de las miradas que no se cruzan, que se rompen en los espejos, que se esconden detrás de una cortina de lluvia, o bien de las miradas de los enamorados, perdidos y ebrios, que se cuentan, mirándose a los ojos.

Jessica Lange no se sitúa en la sombra, ni en lo invisible, sino que se queda en lo no visto. Está ahí.

 

Y, si el espacio se encierra en sí mismo, el tiempo y la luz también.

México revive en la hora del crepúsculo, en la penumbra, entre chien et loup, en ese lapso en el que la realidad aplanada bajo una luz demasiado blanca, retoma aliento e exulta.

Los enamorados se reencuentran ante la iglesia de Santo Domingo, el baile en la plaza del Zócalo inicia rondas sin fin, al son de las trompetas y de los tamboriles. El circo anuncia sus desfiles.

 

Es de noche, los cuerpos se confunden, se enlazan, se lanzan, o se abandonan, como coreografías dirigidas por una mano invisible. Ella es quien las orquesta. Por sus propios movimientos, invoca su coincidencia, y surge la imagen. Jessica Lange desvela lo que se escapa y hace subir a la superficie de la noche, la luz de la sombra, como un pintor las formas de su modelo.

La profundidad de los negros, los blancos que restallan en el aire como latigazos, las materias voluptuosas, sensuales, flotantes, el olor de la noche que cae, el alboroto de las músicas populares. Más que una serie de fotografías, Mexican Suites es un paseo por el diario de impresiones de Jessica Lange.

 

FOTOS: © Jessica Lange/ dichroma photography

Cortesía Howard Greenberg Gallery, NY

 


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