Tertulia en la mesa con mister Macallan

Tertulia en la mesa con mister Macallan

Por Ignacio Sánchez-Vicente

 

Tuve ocasión, hace unos días, de añadir a mi agenda de cenas agradables en el comedor privado de Casa Conrado una nueva página que resultó plenamente satisfactoria, motivo por el cual  procedo a compartirla, siquiera en espíritu, con ustedes, siempre queridos lector@s.

 

Siendo como es uno de natural sobrio, disfruta más del acompañamiento libatorio en estos homenajes gastronómicos, en ocasiones regados con  matéricos y olorosos vinos, en otras con champán francés, no pocas con cava y, de cuando en vez, con wisky.

 

La peña se confunde a menudo con el wisky, asociándolo más bien al copeo tardo nocturno que al acompañamiento de delicias gastronómicas. Y se equivocan de medio a medio, como me comentaba en los preliminares de la cena el director general de Sildavya y luego se ocupó de argumentar, con atinados argumentos y convincente argumentario, el embajador de Macallan para España, Francisco Hernández González.

 

En la mesa, copresidida por Javier Antón Riestra y el ya citado Francisco, se dieron cita buenos 'connaiseurs' de la cosa gastronómica, escritores y periodistas y entendidos sin más preocupación posterior. El panorama, una combinación de platos y wiskies de distintas añadas, un maridaje que le dicen en los programas de cocina y los restaurantes con sumiller, con los más que interesantes Macallan 12, 15, 18, 25 y 30 años. Una adecuada gradación de intensidades en las que mister Macallan y sus vástagos fueron regando bocas a la par que de las cocinas que dirige Pichi con mano maestra salían los aperitivos, primero, con fritos de bacalao, tostas de foie sobre jamón y burrinos; seguidamente, un bonito de temporada, al horno, tierno y jugoso con el que, evidentemente, no pudo el señor Macallan, ni era eso lo que se pretendía. En ese punto de la cena, tanto a Macallan como a los comensales se les habían despertado los más placenteros instintos burgueses, por lo que todos a una, escocés incluido, acordaron seguir en el mismo sitio durante otras dos horas dedicándose a hacer eso, lo mismo.

 

La carne, jugosa y en supunto de sal, dejó en buen lugar a Trabadelo y se encariñó del Macallan de 18 años, al que no quiso dejar hasta que la llegada de su hermano mayor. ya con sus 25 cumplidos, lo obligó a dejar sitio mientras venía galopando por el comedor un solomillo al foie con setas frescas aromado con reducción de oporto.  La conversación, que hasta entonces era sólo comandante, ascendió de pronto a general y todos los comensales coincidieron en que el wisky, amén de sano, por su proceso de destilación y sus cualidades vasodilatadoras, es idóneo compañero de almuerzos y comidas, siempre que se beba con moderación y, para paladares más sensibles, se alegre con un poco de agua destilada, no mucha.

 

La conversación se acaloraba, como suele suceder, entre partidarios y detractores del con agua y sin ella, cuando el Macallan de 30 años, caro y escaso, todo hay que decirlo, vino a poner paz entre los reunidos con los aromas de su reposada personalidad.

 

La cena, un éxito. Al embajador de Macallan se le aseguró que se lo recibiría con los brazos abiertos en cualquier otra ocasión, y que había cumplido sobresalientemente su papel de introductor del representado. Uno, la verdad, no quiso decirle que ya llevaba unas cuantas cenas y comidas en su vida practicando eso de comer con wisky, por aquello de que si dices que ya lo sabes igual no te lo explican y te pierdes algo que no sabías...o que habías olvidado. Y, ¡qué caray! Un Macallan de 30 años no se toma todos los días. Ni todas las noches, claro.


Dejar un comentario

captcha