¿El enemigo al habla?

¿El enemigo al habla

SINC // Verónica Fuentes

 

Los campos de radiofrecuencia emitidos por los teléfonos móviles son “posiblemente cancerígenos”. La bomba informativa de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), organismo dependiente de la OMS, cayó así el martes por la tarde, momento en el que algunos medios publicaban ya la relación entre estos dispositivos y dicha enfermedad.

 

Sin embargo, con el miércoles apareció la cautela. En España, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad pidió “precaución” ante los resultados del estudio, cuyos datos definitivos serán publicados en una monografía y, el 1 de julio, en la revista The Lancet Oncology.

Dos días después, la batalla continúa. Mientras que los autores de la investigación defienden a capa y espada la corrección de su trabajo, expertos en epidemiología y radiación se ponen en guardia frente a la validez de los hallazgos.

 

“Para llegar a esta conclusión se realizó una revisión crítica de toda la literatura científica”, afirma a SINC Elisabeth Cardis, miembro del comité que elaboró esta evaluación y especialista del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) de Barcelona, que destaca además la diversidad de las fuentes empleadas.

Pero las estadísticas sobre la prevalencia del cáncer no son concluyentes. “Hasta el momento no hay estudios ecológicos que demuestran un aumento de la incidencia de tumores cerebrales que pueda ser atribuible al uso de los móviles”, explica la investigadora. “Pese a todo, esto no quiere decir que no haya riesgo”.

 

De hecho, los estudios sobre las tendencias temporales de incidencia de cáncer tienen aún poca potencia estadística para detectar riesgos que, en la práctica, podrían necesitar muchos años para manifestarse. Es más, aunque los teléfonos móviles aparecieron a finales de los ‘80, en ese momento había pocos usuarios y estos utilizaban de forma simbólica el aparato.

 

Además, Robert Baan, investigador de la IARC, advierte de que “la tecnología se ha desarrollado considerablemente desde que se realizaron estos estudios y la emisión de radiación de los móviles modernos es mucho menor de lo que era hace diez años”.

No obstante, “si hay un riesgo, es muy posible que esté limitado a una parte relativamente pequeña del cerebro porque la absorción de la energía de radiofrecuencia es muy localizada”, subraya Cardis.

 

Una alarma sin confirmar

Para Francisco Vargas, médico epidemiólogo del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), “se necesitarán bastantes años para obtener datos relevantes” y pone el ejemplo de los campos electromagnéticos (CEM) de baja frecuencia, clasificados desde hace años como posibles cancerígenos sin que se haya demostrado ningún mecanismo responsable de leucemia.

 

Y es que realmente todavía no se conocen los posibles efectos del uso del móvil. “Sí se conocen para las radiofrecuencias de radio y televisión, pero no se han observado efectos causales”, prosigue Vargas. El problema, según el investigador, es que la telefonía móvil es reciente y todavía se ve con recelo por algunos sectores que protestan contra las antenas pero no contra los teléfonos.

“Si no hay suficientes antenas no hay cobertura. Y a menor número de antenas mayor exposición a las emisiones de los móviles porque estas tienen que emitir a más potencia para dar más servicio”, apunta. “Pero como los periodos de latencia de los tumores cerebrales son muy largos –de 10 a 25 años–, son necesarios estudios a largo plazo”.

 

La pregunta del millón es si, de confirmarse los resultados de la OMS, estaríamos dispuestos a vivir en un mundo sin radiación para evitar los riesgos. Eso incluiría los móviles, los microondas, las antenas de televisión y demás instrumentos de la vida moderna. Al parecer, el llamado estado del bienestar empieza a sacar sus uñas, ahora sólo falta ver cómo reaccionará la sociedad.

 

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