Manuel Méndez, artífice de ambientes agradables, en La Moncloa

Manuel Méndez, artífice de ambientes agradables, en La Moncloa

Por Ignacio Sánchez Vicente

 

 

En la Hostelería, como en muchos otros sectores, la descapitalización humana de las empresas y el desplazamiento de las aspiraciones laborales de la sociedad, ha producido una falta de auténticos profesionales que, además de ser malo para el empresari, aún lo es más para el cliente. Por eso, un buen profesional hostelero es como una joya en el almohadón de la hospitalidad, al menos de la hospitalidad a la que uno aspira cuando decide relajarse tomando unas copas o unos combinados sin alcohol, que eso allá cada uno porque ya somos mayorinos.

 

Hace ya años que sigo la trayectoria profesional de uno de estos expertos barmanes, Manuel Méndez López, natural de San Juan de Moldes, en Castropol, asturiano decidido, pero discreto y experto en su oficio hostelero, al que tengo el honor de conocer desde los tiempos en que él aprendía de la mano de Don Manuel, Manolo el de Windsor, entrañable amigo cuyo fallecimiento nos dejó un hueco a muchos en el corazón.

 

Manuel Méndez es uno de esos profesionales completos que lo mismo organiza un banquete para sesenta que un discreto homenaje para uno. Coctelero, barman, camarero, eficaz gestor y, sobre todo, creativo con imaginación equilibrada por la sensatez, ejemplifica una saga que dió a la hostelería asturiana un elevadísimo e inusual listón dentro del panorama español.

 

A Manolo lo podemos encontrar actualmente en un amplio y conocido local, La Moncloa, cuyos propietarios lo han reabierto hace unos meses y para cuya dirección han fichado precisamente a Manuel Méndez. Allí, en la calle Covadonga, la misma de la confitería Asturias --saludos, Ataúlfo-- y La Goleta --un abrazo a todo el equipo, que tan acertadamente dirige Laura-- y otros señeros establecimientos, como el imperio papelero y plumífero de Pepe Norniella.

 

El local se ha reencontrado con mucha de su antigua clientela, y con otrs más joven que lo ha descubierto en esta nueva etapa. Allí puede uno disfrutar de atención esmerada, charla sosegada, música selecta, aire acondicionado y buen rollo, como decían los jóvenes hace unos años, y sabrosa coctelería. Para Manolo, la coctelería es un arte “en el que no merece la pena meterse sin dominarlo bien, porque el cliente quedará mucho más a disgusto con un mal combinado que si se le dice honestamente que no se preparan”.Les recomiendo la visita. Merece la pena. 

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