Lourdes Mieres Velilla expone en el Auditorio Príncipe Felipe hasta el día 30 de abril

Lourdes Mieres Velilla expone en el Auditorio Príncipe Felipe hasta el día 30 de abril

Lourdes Mieres es pintora de nacimiento y por inducción familiar, ya que su padre, madre y varios hermanos se dedican por igual a este noble arte; por eso, ya desde niña, ha vivido en un ambiente creativo y pedagógico ligado a este mundo tan personal de la pintura.

 

Su obra, muy variada, que se podrá analizar con detalle en el apartado correspondiente, ha experimentado una notable evolución desde sus inicios, al término de su carrera de Bellas Artes, pues comenzó su andadura como pintora con diversidad de temas y técnicas, entre las que cabría destacar el pirograbrado, los dibujos ?preferentemente a tinta china? y los gouaches hasta la actualidad, en la que se decanta fundamentalmente por la acuarela ?sobre una base de papeles orgánicos a los añade hojas y plantas secas, así como conchas marinas?y los óleos.

 

Su temática, muy variada, nos ofrece una iconografía más o menos constante, subrayada por los títulos que da a sus cuadros, evocadores de su realidad personal, que presentan imágenes misteriosas cargadas de realismo, pero insertas en espacios en los que el desciframiento de la simbología que aparece en ellos nos empuja inexorablemente hacia imágenes ensoñadas, símbolos o signos que, como se ha dicho, se encuadran en un mundo personal desprovisto de preocupaciones históricas o estilistas, que huye de los modos y modas que en muchas ocasiones obsesionan y mediatizan la obra y el quehacer cotidiano de numerosos artistas.

 

La autora fija su mirada, sobre todo, en la naturaleza, en la sexualidad y en la vida. En sus paisajes destacan los desnudos femeninos, en perfecta armonía con la naturaleza con la que conforman una sola unidad. Estos desnudos representan, a lo largo de toda su obra, el placer y la sensualidad, pero eliminando la mirada externa, voyeur, y con ello las tradicionales connotaciones y censuras impuestas a priori por la religión y la sociedad sobre la desnudez y la sexualidad femenina. En ocasiones comparte dicha desnudez con la masculina, tratada del mismo modo, impersonalmente. En algunos pirograbados, en cambio, explora la violencia y el azar, con lo que desaparece esa visión de una naturaleza apacible, pasando a poner la vista con mucha exactitud en cosas que han sido truncadas por el azar o la muerte.

 

En su obra ha generado una forma de expresión personal y singularizada, a partir de una óptica orientada hacia el dibujo, pero también hacia el color. Ambos principios, línea y mancha, enfatizan respectivamente su potencial compositivo y sensual, aunque es el dibujo el que lleva las riendas en sus composiciones, al ser el constructor de las formas y el que perfila las figuras.

En suma, se trata de una obra, ensimismada y atemporal, cargada de sugerencias simbológicas, rica en aportaciones y multiforme hasta cierto punto, en la que se representa el mundo simbólico de los sueños y la fantasía, pero de una forma objetiva gracias a la exacta representación de cuerpos y espacios, lo que permite, en última instancia, mostrarnos, de una forma evidente y cercana a nosotros, el mundo revelado por los sentidos.

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